Mercedes Formica
Cuando el feminismo era de color azul
Mercedes Formica se convirtió en la proa de la lucha por la igualdad de los derechos de la mujer
La gaditana Mercedes Formica (1913-2002), fue abogada en ejercicio, del Colegio de Madrid, escritora, novelista, y una enamorada de la historia del Imperio español en el siglo XVI. En 1972 publicó la novela histórica “La hija de don Juan de Austria”, con prólogo de Julio Caro Baroja, con la que ganó el Premio Fastenrath de la Real Academia Española en 1975. En 1932 ingresó en la Facultad de Derecho de Sevilla, siendo la única mujer que estudiaba dicha carrera. En los tiempos de la Segunda República conoció a Jose Antonio Primo de Rivera, abogado que defendía la memoria de su extinto padre, el anterior dictador Miguel Primo de Rivera.
Sin embargo, el joven gaditano lideraba un movimiento político moderno, el falangismo, que rompía muchos estereotipos de la derecha e izquierda. La modernidad de aquella fuerza le atrajo, afiliándose al SEU, su sindicato universitario, participando en el Primer Consejo Nacional, siendo elegida delegada de Derecho y, luego, designada por José Antonio delegada nacional del SEU femenino y, como tal, miembro de la Junta Política de Falange y de las JONS.
El falangismo tenía algunos paralelismos con el fascismo italiano, una fuerza que había reivindicado el voto para la mujer en igualdad de condiciones que el hombre, y que entre sus mártires políticos, se incluía a Inés Donati, la primera militante muerta y puesta como ejemplo de mujer fascista. En Inglaterra las pioneras del feminismo, como Rotha Lintorn-Orman y Flore Drummond se sumaron aquella corriente, y la primera fundó el primer grupo fascista británico. El nazismo por el contrario será una fuerza que por su racismo y concepción antropológica veía a la mujer como algo secundario y subordinado al hombre, como gran parte de los partidos políticos de la época.
Mercedes Formica sobrevivirá a la guerra en Málaga, terminará su carrera de Derecho en 1948, ejercerá un importante influjo en la sección femenina del partido único y se casará con el periodista y poeta Eduardo Llosent Marañón, antiguo editor de la revista “Mediodía” de Sevilla, hombre muy relacionado con la Generación del 27, y director del Museo Nacional de Arte Moderno, del cual se separará posteriormente. Conseguida la nulidad matrimonial se casará en 1962 con José María G. de Careaga y Urquijo, vástago de la importante oligarquía vasca, y que será alcalde de Bilbao.
La gaditana demostrará su valía en sus numerosas novelas íntimas, y descriptiva de la España de entonces, fue colaboradora de diversas revistas y especialmente del diario monárquico “Abc”, de su vida de casada conoció a gran parte del vergel cultural de aquellos años participando en sus tertulias literarias con Edgar Neville, Rafael Sánchez Mazas, Eugenio Montes, César González Ruano, Luis Rosales, Leopoldo Panero y Luis Felipe Vivanco, entre otros. No obstante, la imposibilidad de poder entrar en la Escuela Diplomática por no ser varón, le empujará a ejercer la abogacía, entrando en el mundo del maltrato a la mujer dentro del matrimonio.
Aquella experiencia reiterativa, le empujará a reflejarla en sus novelas, pero también en el “Abc”, donde en 1953, su artículo “El domicilio conyugal” visualizo un problema hasta ahora escondido en los pliegues de las sombras de algunos matrimonios. Aquello tendrá una fuerte repercusión internacional, y Mercedes Formica se convirtió en poco tiempo en la proa de la lucha por la igualdad de los derechos de la mujer. Su condición de separada e hija de un matrimonio roto, le hacía comprender aquellas mujeres, que el Código civil, hijo del napoleónico, basado en el romano, otorgaba una autoridad al varón que dejaba a la mujer sometida en todos los aspectos al hombre, incluso en momentos en cuando era víctima de fuertes atropellos.
Aquellos hechos llevarán a la abogada gaditana a presentarse a procuradores a Cortes (los diputados de la época) e incluso a pedir una audiencia con el general Franco, quien se la concedería. La condición de hijo de un matrimonio roto, hacía de la máxima autoridad del Estado, una persona sensible, testigo del amargo silencio de su madre. Aquella lucha tendrá su resultado.
El 24 de abril de 1958 se promulgó una ley por la que se modificaron 66 artículos del Código Civil y los correspondientes de la Ley de Enjuiciamiento Civil, algo que no había sucedido en medio siglo. Aquello causará también reformas en la Ley de los derechos profesionales de 22 de julio de 1961 y finalmente se completará con la Ley de modificación del Código Civil de 4 de julio de 1970, principalmente en sus artículos 172 y 173, sobre la igualdad de la mujer para el derecho de adopción. Aquellas reformas, en pleno régimen del general Franco, conseguía la igualdad de la mujer para el ejercicio de todas las actividades políticas, profesionales y laborales. Desde entonces la mujer dejaba de ser una persona subordinada a la autoridad del padre o del marido, pudiendo en igualdad de condiciones abrir un negocio, o una cuenta bancaria, y en un maltrato, quedarse en su casa, al considerarla como un bien familiar y no del marido, que al ser el que incumplía el matrimonio por maltrato o adulterio, se veía forzado abandonar la casa.
Aquellas conquistas, silenciadas en la actualidad, fueron pioneras en su tiempo. En la laicista Francia la modificación de los regímenes matrimoniales no llegará hasta la Ley de 13 de julio de 1965, siete años más tarde que en España. En Italia, el Código Civil confirmaba la inferioridad jurídica de la mujer en el artículo 131, precepto posteriormente confirmado por el artículo 144 del Código Civil de 1942, que se mantuvo en vigor hasta 1975.
Sin embargo, su relación con el falangismo hará que sea olvidada, la transición traerá la despenalización del adulterio y de la pornografía, donde la mujer iniciará su conversión en un “objeto de consumo” para una parte de la sociedad. Mercedes Fórmica falleció en Málaga el 22 de abril de 2002 con su busto retirado de su ciudad natal de Cádiz, por un ayuntamiento regido por la formación radical de Podemos.
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