La ruta
Suiza es un pequeño país lleno de gigantes picos nevados, interminables lagos azules, ruidosas cascadas e infinitas vistas. El país de Heidi, lleno de curvas de asfalto impecable, con una infraestructura perfecta para vehículos eléctricos que invita a rodar y rodar en silencio ¿»Pequeño» he escrito? Suiza es un país infinito. Todo empezó con una llamada: «Las motos están listas, puedes venir a por ellas». Era lo que estaba esperando, poder traer hasta el garaje de casa las dos Zero con las que emprender esta nueva aventura para descubrir el país de Heidi: Suiza.
Las dos Zero Motorcycles, una SF/R y SR/S estaban en la puerta del concesionario de Madrid. Una con carenado y otra nacked. Nos explicaron el manejo básico de estas motos del futuro: no llevan embrague, no tienen palanca de cambios, solo el acelerador en el puño derecho y el freno en el mismo lado. No desprenden calor ni hacen ruido al arrancar. Parecía sencillo. Tienes cuatro modos de entrega de potencia y retención al soltar el acelerador predeterminadas (Rain, Eco, Street y Sport), aunque puedes programar tu propio modo.
Estaba claro, no parecía muy complicado su manejo y aunque pesaban más que una moto convencional del mismo tamaño, el centro de gravedad es tan bajo que casi se pueden quedar de pie sin la pata de cabra.
Un símbolo semicircular en el display digital te hace saber que está lista para avanzar. Me extrañó no escuchar el ruido del escape y poder escuchar el de las ruedas sobre el asfalto. En marcha por carretera un suave zumbido te sigue, como si fueses uno de los «protas» de la película E-Tron. Giro, curva y suavidad, fácil de manejar. La información en el display te dice cuánta carga de batería queda, cuántos kilómetros es capaz de recorrer a ese ritmo, cuánto gastas en cada empujón o cuánto recuperas en bajadas, el modo de conducción que estás utilizando y pocas cosas más.
Una vez en casa comenzamos con la tarea de montar nuestras bolsas estancas, cincha aquí, otra allá, el ordenador en su propia bolsa y los cascos Bell, con el Midland (el intercomunicador) puesto. Ya sólo me quedaba bajar unas seis aplicaciones para poder encontrar los cargadores y utilizarlos.
Día 1
Madrid-Zaragoza
KM recorridos: 365
Nº de cargas en ruta: 2
Ya estábamos en marcha, temprano para no pillar mucho calor y algo nerviosa. No por el comportamiento de la Zero, que es excelente y enseguida se hace uno a ella, sino por el tema de cargar de energía la batería, su duración y saber cuántos kilómetros podríamos recorrer. Empezamos por la autopista, muy despacio ya que veía como el porcentaje de energía se iba reduciendo a cada minuto. La velocidad de 80 km/h por autopista no es la más adecuada. Los camiones nos pasaban casi por encima y el paisaje es horrible. A la altura de Sigüenza teníamos marcado el cargador para la primera parada. Salimos de la autopista y nos dirigimos a un restaurante en medio de la nada, al lado de la rotonda de salida de la autopista. Nos encontramos con unas camareras que cerraban en 30 minutos la cocina y un vehículo híbrido recargando en uno de los dos cargadores. Pedimos un bocata y un refresco y me puse a charlar con el dueño del coche para que me explicase su experiencia. Acabé descargando 6 apps para poder utilizar los distintos cargadores que me encontraría, además de las dos que ya llevaba junto a la tarjeta de recarga y los «token» de una de ellas (unos llaveros con microchip).
En algo más de 40 minutos al sol, las motos estaban listas para continuar camino, esta vez, por carretera nacional, hasta Zaragoza.
En dos largas horas estábamos entrado en la ciudad maña. Tuvimos suerte, el grupo de gasolineras Zoilo nos invitó a visitar una de sus electrolineras, así que pudimos volver a cargar en el momento. Ese cargador era ultra-rápido y en menos de 30 minutos estaban las dos monturas «a tope de power».
Día 2
Zaragoza-Tarbes (Francia)
KM recorridos: 287
Nº de cargas en ruta: 2
Despertamos temprano para evitar el calor del desierto de los Monegros y trazar rumbo hacia los Pirineos. La idea era cruzar a Francia este mismo día y una vez allí bordear el parque natural con el mismo nombre en la parte francesa. Nada de autovías ni autopistas, donde la moto se descarga rápidamente y no disfrutamos del paisaje. Decidimos buscar un punto de carga en España y el siguiente ya en Francia, con la idea de que en el país vecino, los cargadores estarían más a nuestro alcance. Craso error. El sistema de recargas francesa está tan en pañales como el español. En Sabiñánigo encontramos varios enchufes de un centro comercial, pero cargaban tan despacio que tras 30 minutos de espera, decidimos irnos de allí y dejar de perder el tiempo. Decidimos rodar un poco más hasta Jaca.
Allí nos llevamos una grata sorpresa. El Ayuntamiento de esta localidad disponía de forma gratuita de dos puntos de carga rápida (Type2 o Menenkes) perfectos para nuestras monturas. Además, cosa extraña, no estaban escondidos o dispuestos en medio de la nada, a las afueras de la ciudad o en un descampado; estaban en una plaza céntrica, a la sombra y rodeados de cafeterías y terrazas. Decidimos comer allí hasta cargar al cien por cien las baterías.
En ese momento decidimos también reorganizar el equipaje. Estábamos usando dos de las tres maletas estancas que nos facilitó SW-Motech y la moto SR/S, la carenada, llevaba montada unas laterales duras de plástico. Estas maletas rompían la aerodinámica de la moto y nos hacían perder mucha energía por rozamiento con el aire, así que sacamos la tercera estanca, metimos allí los cables de carga y dejamos las maletas en una cafetería que amablemente guardaron hasta que las recogieron al lunes siguiente.
Sobre las 7 de la tarde estábamos llegando del tirón y tras otras dos horas de conducción por carreteras reviradas, subidas y bajadas a Tarbes. Llegábamos directamente al siguiente cargador que teníamos fijado, que esta vez estaba a las afueras de la ciudad, en una zona de edificios de investigación que compartían espacio con un asentamiento de auto-caravanas que tenían allí su particular colonia.
Por si acaso, llamamos al hotel donde nos alojaríamos, no fuese que tuvieran cargadores y… la respuesta de la recepcionista, después de pedirla que saliese al parking privado a mirar fue negativa. Lo peor es que cuando llegamos, sí que había dos plazas especiales con sus cargadores. ¡Nos morimos de rabia! Pero ya estábamos dispuestos a dejar las motos, subir a la habitación y bajar a tomar algo en el bar irlandés de al lado.
Día 3
Tarbes-Montauban-Onet-le Châteaux
KM recorridos: 264
Nº de cargas en ruta: 2
Nos levantamos temprano cruzando los dedos para que la lluvia que cayó por la noche se hubiera detenido. Y así fue. Viajábamos tras las nubes, por lo que el camino se hizo muy agradable al haber refrescado antes de nuestro paso. El siguiente punto de recarga estaba en un pueblo llamado Montaulbant. Como siempre, el cargador de la plaza principal estaba ocupado por un vehículo que debía llevar allí desde la noche anterior. Nos dimos cuenta por las salpicaduras de lluvia y hojas de la tormenta nocturna acumuladas alrededor de sus neumáticos. Además, el otro cargador era muy lento. Conectamos con Electromaps y decidimos buscar otro punto. Esta vez, en un parking más resguardado, al otro lado del río. Estaba en un edificio oficial, así que tras comprobar que había cámaras, dejamos tranquilamente el equipaje sobre las motos y fuimos a comer algo para aprovechar los cuarenta minutos que más o menos tardarían en cargarse las dos motos.
La plaza de esta localidad, de estilo medieval y con unos soportales magníficos, estaba de obras, pero pudimos disfrutar de la sombra y de unas buenas viandas. Tras el aperitivo, salimos hacia nuestro siguiente punto de recarga. Para variar estaba fuera de la ciudad, en una zona verde, al lado de varios almacenes donde se guardaban unos tractores de los campos cercanos. Había tres postes de carga y todos funcionaban y frente a ella había una pequeña pradera. En menos de treinta minutos, las motos estaban al 100% de su capacidad de carga y pudimos continuar nuestro camino.
De nuevo disfrutamos de lo lindo subiendo y bajando pequeños puertos, retorciendo las Zero en las curvas y oliendo las zonas de flores y el silencio de nuestras monturas eléctricas. Llegamos a nuestro destino siempre evitando las carreteras rápidas, autovías y autopistas. Estábamos en Onent-Le-Chateaux. El hotel elegido no disponía de punto de carga, aunque sabíamos que cerca habría alguno. Un hotel coqueto, que nos quitaba el mal sabor de boca de la noche anterior, que estaba al lado de una bolera con un restaurante estupendo donde cenamos. Y por pura pereza de no llevar las motos, aunque fuera del hotel, pedimos permiso para tirar el cable desde la ventana de la habitación que estaba en la planta baja, hasta la moto. Nos lo dieron y pudimos cargar las motos desde el enchufe de nuestra habitación.
Continuará en MUVE Octubre