Crítica de cine

Naturaleza muerta

Dirección: Saverio Costanzo. Guión: S. Costanzo y Paolo Giordano. Intérpretes: A. Rorhwacher, L. Marinelli, M.Albano, I. Rossellini. Italia-Alemania-Francia, 2011, 118 min. Género: Drama.

La Razón
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Alice y Mattia son números primos gemelos, sólo separados por otra cifra, un muro cuyos ladrillos podemos contar con un dedo de una mano. En la idea original de Paolo Giordano estaba la idea de que ambos encarnaran el «entrelazamiento cuántico», concepto físico por el cual dos partículas saben de su existencia aunque estén alejadas. Es la conciencia de un trauma la que les une en la distancia, y el hecho de saber que los dos son náufragos en un mundo que insiste en desplazarlos. Ese «angst» adolescente que Saverio Costanzo utiliza como materia prima de una película oscura y antipática, que utiliza todos los elementos del «giallo» –desde la banda sonora estilo Goblin hasta una iluminación entre tétrica y expresionista– para convertir a sus personajes en cuerpos heridos por una sociedad asesina y un fátum que está escrito en la sangre del álgebra. Es una idea sagaz, aunque pronto se revela como un truco para ocultar la escasa entidad dramática del conjunto. La cinta, que se desarrolla desordenadamente a través de tres tiempos narrativos, pretende que el desvelamiento del trauma original de tan marginados personajes sirva como explicación de su autismo emocional, aunque no puede evitar contagiarse de un sonambulismo que provoca que el espectador pierda interés ante tanta naturaleza muerta.