Opinión
Cataluña, o los bobos al mando
No hay lugar en que se evolucione de manera tan deliberada hacia el caos como en Barcelona en estos momentos. Puigdemont, Sánchez, Turull, todas las propuestas se realizan para fallar, para que no se pueda gobernar, para que el prestigio local merme y merme (que diría Mota) y los inversores miren a otros destinos (Valencia, Madrid, Aragón) y no quede empresa segura. No recuerdo desde la Transición una circunstancia en que Cataluña se haya mostrado tan poco catalana, tan estúpidamente incapaz de levantar la vista de la propia pechera y mirar hacia adelante.
Cada día que pasa con el 155 queda más de manifiesto que los nacionalistas no son capaces de liderarse. Cada apuesta por el nombramiento de un president encausado pone más de relieve que lo único que no interesa es poner en marcha la región ¿Acaso porque el caos favorece al independentismo? No. No lo reflejan así las encuestas. La parte más moderada del separatismo empieza a desesperar. Algunos se han incorporado al Partido Socialista de Cataluña, otros echan cuentas preocupados. Los hay que han dejado la política. Santiago Vidal o Carod Rovira, nada sospechosos de amor a España, han advertido de que es hora de parar el carro. Que, por ahora, por aquí, no se va a la independencia.
Cualquiera sabe que este asalto se ha perdido y es tiempo de volver a los cuarteles de invierno, reorganizarse, ver. Si estamos hoy en el escenario de otro candidato fallido (porque Jordi Turull tiene cuentas con la Justicia) es sólo porque el clan Puigdemont busca desesperadamente una salida personal. No quieren quedarse con el trasero al aire. Quitando la CUP, que está en plena deriva revolucionaria y kale borrokista, los únicos que se benefician de este caos son los de Bruselas.
Los encarcelados están cada vez más deprimidos, como locos por salir y hartos de que los de fuera los ninguneen. Los diputados electos se saben inútiles y perdiendo fuelle en los sondeos. El dinero se va. Y los hay que van a perderlo todo por las millonarias demandas judiciales contra su patrimonio. El PdCat, sin embargo, sigue enconado en la defensa numantina del sustituto de Mas. El partido hijo de la triste deriva de Convergencia tendrá que afrontar la vergüenza histórica de haber antepuesto los intereses propios a los de los catalanes.
En Madrid, claro, Mariano Rajoy se sonríe. Cada día de 155 es un tanto. Y apenas haya nuevo gobierno, habrá presupuestos (en eso consiste el pacto con el PNV, que los apoyará cuando cambie la situación en Cataluña). El nuevo ejecutivo tendrá pies de paja y boleto para la cárcel. Más ineficacia es casi imposible.
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