Opinión

Colegios diferenciados

El varapalo que el Tribunal Constitucional ha dado a quienes pretendían castigar sin concierto a los colegios de educación diferenciada constituye un impulso histórico a la libertad de enseñanza. La izquierda española es terriblemente pertinaz en sus obsesiones, entre ellas la educación estatal y mixta. Tiene una manifiesta dificultad para admitir la pluralidad de criterios. Le cuesta que los padres puedan mandar más que el estado en la educación de sus hijos.

Los mejores colegios del mundo exploran las vías diversificadas de enseñanza, avanzan incluso hacia la personalización de la educación. Cuestionan la importancia de la informática –recuperan la caligrafía, por ejemplo– y subrayan las diferencias de desarrollo entre chicos y chicas.

Como feminista he subrayado muchas veces las bondades de la educación diferenciada. Para las chicas de los 70 educadas en colegios religiosos resulta muy fácil entender que, en términos organizativos, las mujeres no necesitamos a los hombres: las monjas nos lo enseñaron con su ejemplo, dirigiendo, gestionando y enseñando solas en los colegios femeninos. Nos dieron una extraordinaria seguridad en nosotras mismas.

Habrá quien guste de la educación mixta, quien prefiera la separada. Quien elija educación religiosa y quien no. Quien deposite en el estado su confianza y quien prefiera agentes privados. Pero todos son respetables e iguales. Todos tienen derecho a las ayudas públicas que pagan con sus impuestos. ¿Qué es eso de relegar el derecho de elección a los ricos, a los que se puedan pagar una escuela privada?