Opinión

Rédito por matar

A los políticos no suelen gustarles las críticas de los ciudadanos, incluso cuando están seriamente fundamentadas. Esto es lo que le ha pasado al ahora cesante secretario de Estado de Seguridad con respecto a las cosas que anda diciendo Rogelio Alonso en los medios de comunicación con ocasión de la promoción de su libro «La derrota del vencedor». El título del libro de Alonso hace referencia naturalmente a ETA, esa organización terrorista que nunca ha reconocido su derrota a pesar de que se vio obligada a dejar de matar hace ocho años, antes, por cierto, de que el PP asumiera el gobierno. No me voy a deshacer en elogios de esta obra porque soy poco dado a las adhesiones inquebrantables, pero sí diré que, en mi opinión, se trata de un texto esencial para conocer el final del terrorismo nacionalista, en el que se desvelan no pocos acontecimientos, muchos de ellos hasta ahora oscuros, de tal proceso y, sobre todo, se analiza su significado político con extraordinario rigor.

Al que fuera secretario de Estado, José Antonio Nieto, le ha molestado que Rogelio Alonso haya criticado la política antiterrorista del gobierno de Rajoy, una política, dice, «propia e independiente de compromisos anteriores» y cuyo fundamento ha sido, señala, la «aplicación estricta de la ley». Ni una cosa ni la otra salen, sin embargo, bien paradas en el libro de Alonso. La primera porque, después de la entrevista que mantuvieron Zapatero y Fernández Díaz el 10 de enero de 2012, el PP dejó de lado su programa electoral en esta materia y asumió, en todos sus términos, la política que había diseñado Alfredo Pérez Rubalcaba –incluyendo los compromisos Zapatero-ETA, o sea, la conferencia de Aiete, la tolerancia y ulterior legalización de la izquierda abertzale, la anulación de la doctrina Parot y la búsqueda de una salida para los presos–. Y la segunda porque, en varios asuntos de estos, la ley se ha estirado a conveniencia –recuérdense, por ejemplo, el caso Bolinaga, la plasticidad de la exigencias a los etarras de la vía Nanclares, que a la postre no desvelaron nada relevante para resolver asuntos pendientes de justicia, o el tratamiento del caso Faisán–.

A quien lea el libro de Rogelio Alonso –que, por cierto, estaba en el Ministerio del Interior cuando se coció el asunto, mientras Nieto desempeñaba la alcaldía de Córdoba– todo esto le quedará claro. Y también comprenderá que la consecuencia no fue otra que la persistencia de ETA metamorfoseada en una izquierda abertzale que la política Zapatero-Rajoy ayudó a legitimar, primero, y a legalizar, después. Ese fue su rédito por matar, mientras sus víctimas, ninguneadas, se fastidiaban.