Opinión

La infección secesionista

Ni son pocos ni son irrelevantes los enemigos de la unidad del Estado referenciados en comunidades autónomas donde ahora más que nunca es patente la amenaza secesionista. Siguen con especial atención, solo igualada por los partidos independentistas antieuropeos, un proceso de rebelión en Cataluña al que se observa como punta de lanza del primer gran experimento para romper la unidad territorial de un socio de la Unión Europea. La comunidad balear en primer término junto con la de Navarra y en menor medida aún la valenciana son objeto desde sus propios estamentos de poder político, de un movimiento que en absoluto disimula la simpatía hacia los pasos seguidos por el golpismo separatista en Cataluña.

El momento en el que ahora nos encontramos tiene mucho que ver con un cruce de caminos que pueden ser claves en el devenir de uno de los estados mas antiguos del mundo y aun siendo cierto de entrada que el colapso y la frustración del «procés» descarrilado hacia una vía muerta en Cataluña ha supuesto un freno al temido efecto contagio en territorios con parte del terreno abonado para el separatismo y un incipiente «statu nascendi» de vocación secesionista alimentado por quienes pilotan esos ejecutivos autonómicos. Los territorios de Baleares y de Navarra a pesar del avance nacional-populista y de la debilidad entre algunas instituciones del Estado han contemplado, no sólo el fracaso de ese «procés» sino sus desastrosas consecuencias económicas aún por venir y la ausencia de cualquier apoyo legal o internacional, además de un insuficiente respaldo entre la sociedad. El referente ha encallado pero la situación sin embargo no invita hoy a la tranquilidad, sobre todo porque no es nuevo el intento de evangelización, con la lengua como punta de lanza por parte de la política –que no la sociedad– catalana hacia lo que califican de «las islas» y los llamados países valencianos.

En el pasado la ciudadanía no estaba por ese «pancatalanismo» pero ahora el magma se hace progresivamente más evidente sobre todo entre algunos dirigentes baleares y valencianos. En el caso navarro, la Comunidad Foral siempre fue fetiche para el nacionalismo vasco en su aspiración de una «gran Euskalherria» y las decisiones de su actual gobierno conformado por Podemos, Bildu, Geroa Bai e IU son claras en la dirección del nacionalismo anti español y los guiños a la euskaldunización. No hay más que repasar a modo de ejemplo la introducción del euskera en todos los ámbitos sociales impulsada por la presidenta Uxue Barcos en una comunidad donde solo el 7% de la población habla esta lengua, por no hablar del permanente desprecio a las víctimas del terror etarra. La lección que supone el caso del golpe aún por ventilar en Cataluña no puede caer en saco roto. Cualquier Gobierno sabe que no se debe subestimar a quienes propugnan el fin del Estado. Tal vez por todo ello sea mucho más vital que el actual Gobierno con el apoyo de todo el constitucionalismo mantenga firme el pie en pared ante el desafío secesionista en Cataluña. El cáncer amenaza metástasis.