Opinión

Inmisericorde batalla

Por si a alguien le cabía alguna duda, Pedro Sanchez venía a confirmarnos este pasado fin de semana en un acto político celebrado en Asturias –lugar fetiche para el cierre de filas del puño y la rosa en los tiempos de Alfonso Guerra y recuperado en la era «ZP» con toda la liturgia minero-leonesa– que la precampaña electoral hacia los comicios municipales y autonómicos que aguardan a la vuelta de unos meses no solo está ya en marcha, sino que se ha adelantado al propio cierre de las principales candidaturas. Son los líderes nacionales los primeros en tomar conciencia de que su futuro en las elecciones generales pasa en gran medida por lo que ocurra en la gran batalla por el poder territorial que se librará en cada autonomía, cada diputación, cada ciudad y cada pueblo, por no decir en cada mercado y en cada esquina. Sanchez, en este acto de partido a propósito de los primeros cien días de gobierno lanzó cuatro, como poco chocantes, enunciados que ya se atisban como principal hilo argumental del PSOE, de cara a mantener un poder local y regional que, de la mano del socio «podemita» ha sembrado de rojo y morado el mapa del estado dejando el azul para contados bastiones y el naranja como socio eventual del mejor postor. «Coherencia, dialogo, ambición y realismo», curiosas e indicativas máximas las apuntadas por el jefe del gobierno y líder socialista teniendo en cuenta la sustancia de estos primeros compases en una gestión que inicialmente arrancó con la teórica hoja de ruta de convocar elecciones cuanto antes, en línea con su compromiso durante la moción de censura.

Coherencia en contraste con la dinámica de las continuas rectificaciones, ya sea acerca del apoyo al juez Llarena, a la venta de armas a Arabia Saudí o a la imposición de un impuesto a la banca. Diálogo también contrastando con una manera de gobernar que tiene al «decretazo» como primera herramienta a la hora de sacar adelante lo que no permite una exigua representación parlamentaria. El de la ambición tal vez sea el enunciado más acorde con lo que ocurre teniendo en cuenta que se está haciendo lo imposible por mantenerse a toda costa al albur del poder y realismo, si acaso para asumir que gobernar con el apoyo de 84 escaños y socios de dudosa fiabilidad escapa a los límites de la realidad. No es sin embargo Sánchez el que más se juega en los comicios de la próxima primavera. Iglesias los afronta rehén de sus marcas no controladas en los aquelarres de Vistalegre. Carmena, Colau o Teresa Rodríguez vuelan solas. Rivera se conjuró para entrar en el terreno contante y sonante de la gestión y el gobierno por la puerta municipal, aunque todavía sufre el Shock traumático de la moción de censura. Pero tal vez sea Pablo Casado quien más se la juega en el envite. Su prueba del algodón se reduce a algo tan elemental como evitar el «sorpasso» con Ciudadanos en Andalucía y mantener los bastiones salvados hace cuatro años, de ahí que la de Madrid ya se vaticine en esta primera cita con las urnas como «la madre de todas las batallas». Y no habrá prisioneros.