Opinión
Invernadero y calentamiento
Un célebre profesor de la Universidad de Columbia, y científico de la NASA, James E. Hansen, testificó en junio de 1988 ante la Comisión del Senado sobre Energía y Recursos Naturales, y aseguró que había una relación entre el efecto invernadero y el calentamiento que se registraba en la tierra en esos años. Fue un punto importante en la ola de alarmismo que aún predomina. Pero a la vez invita a ver si tenía razón, 30 años después. Hansen planteó varios escenarios, pero distinguió uno como muy poco probable, a saber, que las emisiones se mantuvieran constantes a partir de 2000 y que las temperaturas subieran unas pocas décimas de grado hasta ese año, y se estabilizaran después. Como apuntaron recientemente Pat Michaels y Ryan Maue en el «Wall Street Journal», eso que él juzgaba tan improbable, eso es precisamente lo que ha sucedido: «La temperatura de la superficie global no se ha incrementado significativamente desde 2000, descontando el fenómeno más importante de lo habitual de El Niño de 2015-16».
Es como si hubiéramos limitado hace 18 años las emisiones de dióxido de carbono, cosa que por supuesto no hicimos. Se equivocó Hansen y se equivocaron los modelos de la ONU que «en promedio, predijeron el doble del calentamiento que se ha observado desde que se empezó a monitorizar la temperatura hace cuarenta años».
Hansen siguió augurando catástrofes, y en 2007 afirmó que el hielo de Groenlandia se iba a derretir pronto y que el nivel del mar subiría 23 pies en este siglo. Una investigación publicada en la revista Nature probó que esto es imposible: «Una gran parte de la superficie de Groenlandia se derrite cada año, con lo que podría ocurrir que un derretimiento muy rápido tuviese lugar en un mundo que se calentara dramáticamente. Pero no en el mundo en el que vivimos».
Hubo otras predicciones erróneas de Hansen: los huracanes no son más graves que antes, ni las tormentas. Michaels y Maue se preguntan por qué tendríamos que pagar más para recortar las emisiones cuando la temperatura global es tal que parece como si esos recortes ya se hubiesen producido. James Hansen sigue erre que erre, y su receta es fácil de adivinar: «La única forma efectiva de reducir las emisiones de carbono es imponer una tasa a las productoras de combustibles fósiles».
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