Opinión

Tiempo perdido

Andrés Calamaro ha recordado el tiempo en que un disco era «objeto de veneración». Se atesoraba, en efecto, se coleccionaba, se llevaba a casa de los amigos. «Ahora -dice el cantante- te lo bajas al ipod y te olvidas». Hemos dejado de venerar muchas más cosas, el libro, la conversación, el sexo real, el deporte lúdico. Todo se hace con soportes electrónicos y velozmente. ¿Es lo mismo leer un post que arrellanarse en la butaca con el autor favorito? ¿Es igual poner un disco que escuchar una lista de ipod mientras conducimos? ¿Equivalen una tertulia cara a cara a un chat de internet o una relación sexual al ciber sexo? ¿Andar en una cinta mientras se ven series es lo mismo que jugar al frontón con los amigos?

Creo que no sólo estamos cambiando el modo de hacer las cosas, es que estamos perdiendo verdaderos placeres, costumbres útiles y sabrosas que –eso sí– te llevaban tiempo y exigían un entorno amable. Cada vez, por otra parte, hacemos más cosas simultáneamente. Ingerimos mientras navegamos por la red. Oímos música mientras chateamos. Somos progresivamente mejores consumidores, capaces de reducir a cero el tiempo perdido. Voy a parar. Voy a introducir de nuevo, con calzador y aunque chirríen los goznes, el tiempo en mi vida. Haré una sola cosa cada vez. Tirando los minutos a raudales. Pienso leer en el sillón, escuchar discos de vinilo, quedar para hablar con una copa de vino y hasta pasear en silencio. Aunque me echen.