Opinión
La maldad
Las imágenes del asesino confeso del truculento crimen de Pioz –uno de los peores de la reciente crónica negra española– y las opiniones respecto a su posible inconsciencia en los asesinatos, me han llevado a reflexionar sobre una cuestión que nos atañe a todos: la maldad. A todos nos atrae el mal. No podemos evitar asomarnos a él y tratar de comprender por qué se produce, cuál es el motivo y qué lleva al ser humano hasta él. Y siempre, de manera inevitable, tratamos de buscar una respuesta instantánea a cada una de esas preguntas, para justificarlo. El mal no puede acontecer porque sí. Porque alguien sea malvado. Porque genéticamente exista en el ser humano. ¿O sí? Deseamos que no sea así, porque nos provoca terror no solo ese mal ajeno que puede esconderse en otro ser humano, sino porque sospechamos –y tememos– que también exista en algún lugar recóndito de nosotros mismos. Sabemos que el hombre, llevado al extremo de sí mismo, es capaz de sacar de dentro un héroe, pero también una alimaña. Es más, resulta mucho más fácil encontrar hombres y mujeres que en situación límite muestran a un villano que a un ser arrojado y valeroso. El mal existe. Aunque lo queramos negar. Y posiblemente dentro de todos aunque, por fortuna, no en todos está en la misma medida. Por eso todos cometemos maldades, pero de distinto tamaño. Y por eso varias personas creadas exactamente en las mismas condiciones, pueden ser los causantes de las mejores gracias o de las peores desdichas. Es cierto que las circunstancias tienen mucho que ver con los actos de los hombres, pero a cada cual le afectan de una manera...
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