Opinión

Esa California es nuestra

Puede que Andalucía siga siendo la California imposible, pero ahora los actores serán otros. En este punto del día ignoro cuánto hay de castigo a Susana Díaz y cuánto de castigo a las políticas de Pedro Sánchez. Pero el cambio se ha producido. El nuevo Parlamento elegido por los andaluces tendrá que ponerse a la tarea de negociar a pocas bandas para dar con un nuevo Gobierno y difícilmente podrá sustraerse en esa tarea a la cercanía de unos comicios municipales que darán con otro reparto de cartas en el poder territorial y hasta puede que palabras mayores si Sánchez nos aboca a esa súper jornada electoral por la que claman no pocas voces de su entorno.

Sentado pues que el partido socialista vencedor de los comicios de ayer pero con una escuálida mayoría minoritaria habrá de iniciar negociaciones marcadas inevitablemente por la permanencia del aroma electoral, algunos elementos parecen sobresalir de forma especialmente llamativa tanto en clave andaluza como nacional. De entrada, todo apunta a que el PSOE podrá cubrir la etapa de gobierno más dilatada en un territorio durante toda nuestra historia democrática. Por la vía de las urnas, con una sucesión de atípicos presidentes y sobre una ola impulsada por redes clientelares y –dígase también– por una oposición secularmente nefasta y a veces rayana en la ineptitud en esta comunidad, se acabara superando incluso a la larga etapa del franquismo.

Susana Díaz sabe mejor que nadie que el entendimiento con otras fuerzas está más acotado que nunca. La etapa de los apoyos desde el Parlamento a cargo de Cs empezando por la propia investidura pasará a mejor vida, entre otras cosas porque Juan Marín es ahora especialmente consciente de dos cosas: que haber apoyado a los socialistas en la pasada legislatura ha frenado un crecimiento por otra parte innegable y sobre todo que volver a prestar ese apoyo, tras lo visto y oído en clave andaluza y sobre todo nacional, directamente llevaría de nuevo a la casilla de salida a la formación de Rivera en este parchís electoral. Otra variante es –vista la campaña– la relativa sorpresa que ha supuesto la irrupción de Vox en este Parlamento autonómico y tomando ya impulso hacia la Carrera de San Jerónimo. Llegan para quedarse. El fraccionamiento de las derechas les juega en contra de cualquier posibilidad de suma y Casado ya empieza a sentir en la cerviz el mismo escalofrío que tanto atormentara en tiempos a Sánchez a cuenta de Podemos. Pero por encima del juego político, lo que queda es el escenario social. Una comunidad catalogada por la UE como la más corrupta de Europa y entre las más gripadas en su crecimiento. Esa «California europea» con la que hace 20 años hizo Rodríguez de la Borbolla una demagogia a la que tampoco se sustrajo después el PP. Ciertamente Andalucía es la región más poblada como ese próspero estado norteamericano que en tiempos fue igualmente agrícola y volcado en los servicios, solo que allí en las últimas décadas supo cambiarse el modelo productivo. Sólo queda saber si Ciudadanos se retrata bien tapándose la nariz en una negociación con Vox, o bien permitiendo que el PSOE sume más de 40 años de régimen en Andalucía. Hoy lunes, Ferraz y La Moncloa echarán humo, más bien negro.