Opinión

Novedades democráticas

Los electores andaluces no han votado a Vox para desalojar al PSOE del Gobierno autónomo. Para eso bastaba con votar al PP, que es lo que se hacía antes, o a Ciudadanos, que es una alternativa más reciente. Los electores han votado a Vox para que entren en el debate público asuntos que hasta ahora estaban excluidos de él. Es lo que ha ocurrido con las leyes de igualdad de género y de maltrato. Después de un momento de sosiego, en el que Vox parecía satisfecho con el resultado, Santiago Abascal y su equipo habrán pensado que su papel iba más allá del respaldo a una nueva coalición de gobierno. Ahora se trata de plantear otros temas, y de otra manera. Y como saben que son indispensables podrán cobrarse un precio alto por su apoyo.

Se puede enfocar todo este asunto de diversas maneras. Una de ellos es clamar contra los nuevos bárbaros neofranquistas, reaccionarios oscurantistas, antiliberales, anticosmopolitas, aquejados de toda clase de fobias. Otro es, al revés, tomarlo como una reacción del electorado a las traiciones del Partido Popular (sospecho que a los dirigentes de Vox les gusta este último planteamiento: últimamente se habla mucho de traición en la política, española y fuera de aquí).

Es posible que la cosa sea algo más complicada. La aparición y la más que probable consolidación de Vox como partido nacional culminan lo que se inició con Podemos en 2014. Es la definitiva fragmentación de la sociedad, y por consiguiente del electorado, según preferencias políticas nuevas. Ya no rigen los grandes partidos que apelaban al conjunto de la sociedad y elaboraban una propuesta amplia, encuadrada por unas preferencias de índole casi moral, de tan generales como eran.

Ahora se vota por identificación con una propuesta concreta, por cercanía con un líder, como protesta o por indignación. Y el voto ha dejado de estar garantizado (incluso en el caso de Vox) porque este modo de ver las formas democráticas las acerca a la democracia directa: debate perpetuo –y ruidoso– en los medios y las redes sociales, cercanía a la toma de decisiones, rendición de cuentas, transparencia. La cuestión identitaria, además, está en el centro de todo.

Hemos entrado en un mundo completamente distinto al que hemos vivido hasta hace muy poco. Y lo que se está jugando en Andalucía no es sólo el próximo gobierno. Es también una forma nueva de hacer política en la que lo que era tabú ha dejado de serlo.