Opinión
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La convención del Partido Popular ha servido sobre todo para el lanzamiento del nuevo líder de la derecha española. Ha quedado claro que Pablo Casado es un hombre con principios, algo poco común en los tiempos que corren, cuando la coherencia no cabe en la acción política y hoy se dice una cosa y mañana, la contraria, hoy se pacta con éste y mañana con el otro. El mejor ejemplo de incoherencia es el actual inquilino de la Moncloa, al que su compañero de partido, Alfonso Guerra, un histórico con mucha experiencia detrás y con gran autoridad moral acaba de poner de chupa de dómine en un libro esclarecedor, entre el silencio cómplice de los entusiastas cronistas del sanchismo. Estos han estado muy ocupados estos días inventando chismes y divisiones, sembrando cizaña y fabricando etiquetas para desvirtuar el cónclave popular que, a pesar de todo, ha sido un éxito que puede marcar una inflexión en la política española.
En la convención se ha hecho un esfuerzo notable por reunir a las distintas corrientes del partido y a sus cabezas visibles, frenando la disgregación que amenazaba su supervivencia. Marianistas y aznaristas han convivido dentro en educada armonía. Casado ha despertado más entusiasmo en Aznar que en Rajoy. Los reunidos han homenajeado a los dos y han aplaudido más a Rajoy que a Aznar. ¿Cuál de los dos es más centrista o más de derechas? Yo no lo sé. Son dos estilos distintos de hacer política, lo que es enriquecedor. Es natural que en un gran partido de amplia base en el que conviven pacíficamente liberales, democristianos, conservadores y gente independiente haya distintas sensibilidades. Eso es positivo. Y hay que contar con que el ejercicio de la política pueda producir roces e incomprensiones personales. Es humano, y no pasa nada. ¿De qué divisiones se habla? ¿ Y desde cuándo la enérgica defensa de la libertad liberando a la sociedad de las garras abusivas del Estado, base ideológica de la izquierda trasnochada y costosa, es un peligroso giro a la derecha? ¿Es que Casado ha amenazado con acabar con el Estado de bienestar, suprimiendo las pensiones, el salario mínimo o la seguridad social? ¿Quién ha dicho que es un «giro preocupante» defender con energía la Constitución y la unidad de España, quebrada en Cataluña, la libertad de enseñanza y la sagrada vida humana? Sobran etiquetas preconcebidas. Como escribió Oscar Wilde, el mayor pecado es la estupidez, y hay muchos estúpidos empeñados en no ver la realidad de los partidos sino las etiquetas que ellos mismos les pegan.
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