Opinión

Cataluña no es nación (I)

Hace mucho tiempo que llegué a la conclusión de que quien afirma que Cataluña es una nación es un ignorante, un imbécil o un traidor. A la historia me remito. Los romanos, creadores del término Hispania, siempre incluyeron en sus límites los territorios de la actual Cataluña. Cuando, deshecho el Imperio Romano, se estableció en la Península un reino visigodo de España, su primera capital fue Barcelona. Los escritores visigóticos, con Isidoro de Sevilla a la cabeza, hablaron ya entonces de la nación España de raíces romanas y cristianas y ahora germánicas.

Cuando la invasión islámica de 711 pulverizó el reino de España, para protegerse de la embestida musulmana, los reyes francos se apoderaron de unos territorios al sur de los Pirineos, a los que denominaron, reveladoramente, Marca Hispánica. Los monarcas francos sabían que aquel territorio, que siglos después sería Cataluña, era ya entonces España y así, en abril de 815, Ludovico Pío, rey de Aquitania y soberano de Septimania, promulgó un texto para la protección de los habitantes del condado de Barcelona y otros subalternos.

Allí, hablaba, literalmente, de los «españoles» Juan, Chintila y un largo etcétera, y, sobre todo, afirmaba: «Muchos españoles, no pudiendo soportar el yugo de los infieles y las crueldades que éstos ejercen sobre los cristianos, han abandonado todos sus bienes en aquel país y han venido a buscar asilo en nuestra Septimania o en aquella parte de España que nos obedece». En otras palabras, en el documento –como era de esperar– no aparecen las palabras «Cataluña» o «catalanes», pero sí se menciona que ese territorio formaba parte de España y que sus habitantes eran españoles.

En 1137, un conde de Barcelona llamado Ramón Berenguer IV contrajo matrimonio con la princesa Petronila de Aragón. De esta manera, el condado de Barcelona –que ni era Cataluña, ni era una nación catalana, ni tenía pretensión de serlo– volvía a reintegrarse en el proceso de reconstrucción y reconquista, de una España que había estado a punto de desintegrarse. Lo hacía como parte no de una confederación catalano-aragonesa, como dicen los nacionalistas, a pesar de que jamás aparece tal nombre en las fuentes históricas, sino como parte de la Corona de Aragón. Todos sabían que era España, la nación y no, Cataluña. Los ejemplos son más que suficientes para comprender la superchería, pero permítaseme que de algunos más en otra entrega.