Opinión
Juzgar la historia
El mensaje que López Obrador ha enviado a través de Twitter ha generado una polémica que creo inversamente proporcional a su rigor. Recordemos que comunicaba haber enviado sendas cartas al Rey Felipe VI y al Papa Francisco para que «hagan un relato de agravios y se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones, que ahora se conocen como derechos humanos». En su mensaje había una segunda parte en la que decía que «yo también lo voy a hacer porque después de la colonia hubo mucha represión a los pueblos originarios. Fue lamentable lo que pasó con el exterminio a los mayas, incluso el exterminio a los chinos en plena Revolución mexicana». Al margen de que se comparta o no su particular visión de la historia, este comentario se debe enmarcar en un novedoso revisionismo histórico que imputa a las actuales generaciones una obligación de hacerse perdonar por actos ejecutados por otras pretéritas, produciéndose una suerte de permanente subrogación en las responsabilidades. Creo que en este escenario concurren dos errores, por un lado, las generaciones actuales no tienen legitimación alguna para pedir perdón por otras pretéritas, y, en segundo lugar, no se puede juzgar la historia con la perspectiva y pensamiento actual, algo que por lo general suele estar influido de un gran simplismo intelectual, a la vez que ausente de rigor histórico. Juzgar con nuestros actuales consideraciones morales y jurídicas hechos históricos como la esclavitud, la no consideración de la mujer como sujeto de plenos derechos, las guerras de religión, etc. resulta erróneo e inútil, puesto que la historia no está para ser jugada sino para ser comprendida, especialmente para no repetir los errores. Mal estaba hacer guerras de religión en el siglo XV, si bien el contexto filosófico, religioso y político así lo explicaba, más lo que resulta dramático es que las haya en la actualidad, como así se ha vivido y se está sufriendo en Irak o Siria. Los seres humanos debemos pedir perdón todos los días por nuestros actos, porque como seres imperfectos cometemos constante errores y pecados, pero como he adelantado, y así lo repiten los historiadores, el secreto está en conocer y comprender la historia, y no en juzgarla, y mucho menos en atribuir responsabilidades a generaciones posteriores que nada tienen que ver con aquella.
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