Opinión

Electores racionales

Se habla mucho de la irracionalidad del electorado, pero hay motivos para afirmar lo contrario. La insurrección de los nacionalistas catalanes en 2012 cambió drásticamente la vida política de nuestro país, el llamado bipartidismo imperfecto según el cual los dos grandes partidos, de no alcanzar la mayoría absoluta, llegaban al poder con el apoyo de esos mismos nacionalistas. Las consecuencias, sin embargo, no se empezaron a notar hasta la declaración de la fugaz república catalana y el simulacro de referéndum.

Al aceptar formar parte de la coalición del 155, el PSOE pareció darse cuenta de lo ocurrido. Aquello quedó desmentido con la moción de censura de 2018, cuando renovó la antigua costumbre radicalizándola, al aliarse con los independentistas y los filoterroristas. La reciente actualización de esta coalición anticipa lo que va a ocurrir después del 28 de abril si los electores no lo impiden. Vamos a la demolición de la nación española, con los socialistas a la vanguardia de las fuerzas nacionalistas, separatistas, filoterroristas y podemitas. El PP promovió el consenso nacional en torno al artículo 155, y mucho antes Rajoy se esforzó por llegar a un pacto de gobierno con los socialistas. (Sánchez respondió con su famoso «No es no».) Sin embargo, no se había producido una cabal comprensión de los hechos. Lo atestiguó la búsqueda del apoyo del PNV. El PP seguía adicto al bipartidismo imperfecto. Algo ilusorio, ajeno a la realidad, además de inútil, como quedó demostrado cuando los nacionalistas vascos se sumaron a la moción de censura. El error de Rajoy dejó maltrecho a un Partido Popular que no se ha recuperado de aquello.

Ciudadanos, surgido en contra del nacionalismo y en defensa de la integridad de España, se había postulado como una posible solución: la de partido bisagra en sustitución de los nacionalismos. En su caso, el problema radicó en que Ciudadanos, que fue capaz de provocar la caída del gobierno de Rajoy, no pudo cumplir, por debilidad, aquella vocación de bisagra. Paradójicamente, la victoria electoral de diciembre de 2017 ha traído un nuevo fracaso, culminado con la estampida fuera de Cataluña de los líderes de Ciudadanos.

En estas circunstancias, no es de extrañar el apoyo que está recibiendo la única formación que no participó en estos hechos y que entonces esperaba su ocasión. Los electores no se rigen sólo por emociones.