Opinión

Los 40 de Ayete

Los nuevos 40 de Ayete –se renuevan poco–, es decir, los 40 de la Ceja, han vuelto a firmar un manifiesto pidiendo el voto para las izquierdas subvencionadoras. Personas de la Cultura, se autodenominan. La mayor parte de ellos pertenecen profesionalmente a la farsa, y finalizada su actuación, siguen de farsantes. El manifiesto es el mismo que el de siempre, así que no lo lean. Curioso que los comunistas –una alta proporción militan en la hoz y el martillo en sus diferentes versiones–, se acuerden tanto de las urnas, las papeletas y la democracia, dos elementos y un sistema que desprecian y aborrecen. Pero este último manifiesto cejero tiene una ráfaga de luz divertidísima. La que ilumina la cursilería. Además de farsantes, más cursis que una mona de Pascua de chocolate blanco. «Tenemos que llenar las urnas de bondad democrática». Toma Geroma pastillas de goma.

Para mí que se trata de un requiebro de ancianidad. Pasan los años, son los mismos y por lógica –como todos– envejecen. «Bondad democrática». ¡Qué ternura! ¿En qué consiste la bondad democrática? ¿En vivir a costa de los impuestos de los españoles? Porque las dictaduras y tiranías comunistas que ellos defienden saben muy poco de bondad y de democracia. ¿Es bondadoso democráticamente Maduro? ¿El cubano heredero de los asesinos Castro? Clamorosa impostura y cursilería rosicler. La voz «rosicler» es probablemente la más cursi de nuestro idioma, y merece ser impresa en renglones cercanos a la «bondad democrática». Pero a mí, y se trata de una opinión personal, me sigue sorprendiendo lo de «personajes de la Cultura». Ningún científico, ningún catedrático, ningún académico, ningún médico, ningún ingeniero, ningún filólogo, ningún director de orquesta, ningún matemático, ningún profesor de Lenguas Muertas, latinista o helenista. Ningún crítico de Pintura o director de Museos, como don Miguel Zugaza, que ha rescatado de su escondite tres retratos de don Francisco de Goya que se exponen en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que por fortuna dirige, como hizo en el Museo del Prado. Sí, Carlos Bardem. ¿Se considera usted personaje de la Cultura? La respuesta es cosa suya. Una gran actriz de cine, Katherine Hepburn, lo dijo. «El buen actor es el que sabe interpretar un texto escrito por otro, y el mal actor es el que lo interpreta mal. Pero los cineastas no somos cultos, somos comediantes». Tampoco es eso. John Ford es Cultura, y Rafael Azcona, y... pero usted, con mi mayor indulgencia... Vaya por Dios.

Bondad democrática. La bondad de acudir al ministerio de Cultura con un proyecto de bodrio, solicitar el dinero necesario para llevarlo a cabo contratando a otros «compañeros de la Cultura», realizarlo, estrenarlo, arruinar a la sala de su exhibición – en el caso de que se exhiba–, y seguir viviendo del cuento bondadoso democráticamente mientras dure el chollo. El Teatro es Cultura, y ustedes no respetan a un genial nonagenario que lleva llenando los teatros durante decenios sin gastar ni un euro de los contribuyentes. Él, Arturo Fernández, hijo de una frasquera de Gijón y de un alcohólico, es mucho más personaje de la Cultura que todos ustedes juntos. Porque la Cultura nada tiene que ver con la ideología, y la democracia en boca de un comunista causa recelos de cercanía.

Cursis como una flor seca en un álbum de firmas. Cursis como un colmillo de marfil labrado con una fila de elefantes, de mayor a menor. Cursis como la canción que interpretó Víctor Manuel en loor de Franco. Cursis como Correa y el Bigotes en la boda de los Aznar. Cursis como el chaquetón de Baltasar Garzón. Cursis como un flamenco rosa sobrevolando Serranillos Playa. En fin, un hallazgo de cursilería de los cejeros de la farsa.

Votaré con bondad democrática el domingo 28 de abril. Mi bondad no coincidirá con la de los firmantes del manifiesto de la Incultura.