Opinión

X de «ternura»

Mi padre afrontó hace tres semanas una operación crucial. A las once de la noche, de urgencias, llamamos al «hombre de negro» (en este caso, de gris) que apareció en el hospital con los santos óleos. Quedó mi padre encantado y feliz, en paz. No desembolsamos nada. En este mundo donde todo tiene precio y vales cuanto tienes, me sigue asombrando que los curas trabajen por 900 euros de sueldo, en jornada de 24 horas. Para eso sirve, entre otras cosas, la cruz en la casilla de la Iglesia, que financia también 9.000 centros asistenciales que benefician a cuatro millones de personas.

De acuerdo con la auditoría de Ernst & Young, la iglesia quintuplica el rendimiento del dinero que recibe, los 268 millones de euros vía IRPF.

Más allá de esto, 100.000 profesores católicos educan a un millón de niños españoles. Ahorran al estado 3.324 millones de euros. El cuidado del patrimonio cultural eclesial mueve el turismo y la hostelería nacionales. El trabajo de los misioneros y órdenes religiosas cura el mundo lacerado, el voluntariado de Cáritas y las asociaciones –con más de 360.000 personas involucradas– sostienen el tejido social. Ancianos y discapacitados, asistentes a los comedores sociales o prostitutas reciben compañía y atención. La mayor parte de todo financiado con aportaciones privadas.

Se presentó ayer la Memoria Anual de la Financiación de la Iglesia. Esta vez hay 51.000 nuevos contribuyentes en el IRPF. No me extraña. Cuando el dinero se emplea bien, genera felicidad, aunque la ternura sea siempre impagable.