Opinión
Al servicio de la República
A Joan Canadell la República –catalana, claro– parece que le pone y, por eso, está dispuesto, en cuanto le confirmen en su presidencia, a comprometer a la Cámara de Comercio de Barcelona en «hacerla efectiva», participando en la creación de «estructuras de Estado». O sea, la cantinela que condujo a los políticos separatistas a la declaración de independencia –y de paso a la cárcel o al exilio–, pero esta vez desde la empresa privada –eso sí, bien regada de dineros públicos para que cumpla, es un decir, con su función social–. Por eso anda por ahí contando a quien quiera escucharle que «el potencial de Cataluña como país será mucho mayor cuando sea una república independiente»; incluso más, pues en veinte años puede acabar siendo «uno de los principales países con más generación de riqueza de la Unión Europea». Claro que lo que el empresario Canadell no le explica a nadie es cómo puede llegar a ser eso posible en una región que, actualmente, no llega a tener el 1,5 por ciento de la población y del PIB europeos. Me temo, por ello, que sus ensueños son parecidos a los del redactor que el otro día, después de escribir que la economía catalana había crecido «un 2,3% frente al 3,7% de Madrid y una media estatal del 2,6%», tituló en La Vanguardia: «Cataluña mantiene el papel de locomotora de España en el 2018».
Esta ceguera conceptual tan evidente es la misma que le ha llevado a Canadell a afirmar que el Estado «nos ha robado» –a los catalanes, claro– y a plantear la pregunta de «si los empresarios catalanes estarían dispuestos a ejercer su derecho a la soberanía fiscal». Parece que, como dicen los castizos, a este señor le patina la mandarina, seguramente debido a que, en su ignorancia o ingenuidad, se ha creído la cantinela que se inventó Jaume Alzina allá por 1933 y que, cuarenta años más tarde, revistió de farfolla académica Ramón Trias Fargas para ocultar que el déficit fiscal catalán no es sino la expresión de la posición preeminente de las empresas de Cataluña en el mercado interior de España. Un mercado gracias al cual, por cierto, los catalanes tienen una renta per cápita más alta que la media española, aunque todavía inferior a la europea. Además, por si el lector no lo ha notado, Canadell asume, contra toda evidencia, que su republiquita va a ser un Estado miembro de la Unión Europea. Ya se ve que, por mor de la República, está dispuesto a sacrificar su patrimonio. Lo malo será que se llevará por delante el de los demás.
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