Opinión

España escaldada

No nos pilla nada bien esto del cambio climático. Tenemos dos grandes industrias nacionales, a saber, la inmobiliaria y la turística, y las dos dependen de nuestro maravilloso equilibrio entre paisaje y clima. Si esto cambia mucho, se van al garete ambas.

¿Se imaginan una Andalucía, una Mancha, con las temperaturas de Marrakech? Los termómetros ya se han disparado en Oriente Medio. Hay lugares de los emiratos que han alcanzado más de 65 grados. Nuestro país, en la cuenca mediterránea, está experimentando olas de calor preocupantes. No afectan sólo al turismo, también a los cultivos típicos de cada zona, que se perderán y variarán. Las plantas, el ganado o los cultivos «emigrarán». Ya ocurre en el norte de nuestro país, donde las abejas mieleras están desapareciendo y los apicultores las protegen con cobertizos especiales.

El calentamiento global empujará a las poblaciones, que saldrán de los lugares inhabitables y con poca agua. Desaparecerán bajo el agua islas de Oceanía e Indonesia y se perderán amplias franjas costeras, en los Países Bajos, por ejemplo, donde la tierra había sido ganada al mar con diques. Las naciones dejarán de ser como las conocíamos. En Alemania tendrán temperaturas griegas y, en Francia se repetirán fenómenos como los de este año, cuando ha habido que decretar alarma por los 45 grados del sur. Habrá que instalar aire acondicionado (que también recalienta la atmósfera) en países donde nunca fue necesario o modificar los destinos turísticos, para tomar el sol en Centroeuropa.

La geopolítica va a ser distinta. El agua será el bien por excelencia. Las guerras llevarán su nombre. De cómo se desarrollen India o China, con enormes poblaciones de consumo descontrolado y producciones a todo trapo, dependerá en buena medida el calentamiento de todos. Y eso dará lugar a una lucha política que ya ha comenzado.

Los indicios de todo esto ya están aquí. Hay tormentas torrenciales e improvisadas en sitios que no las conocían, al estilo monzónico. Olas de calor súbitas y extenuantes, granizos extemporáneos. Una vez más, el hombre está a merced de la naturaleza, de esas enormes fuerzas que van a exigir toda nuestra imaginación. Porque, aunque frenemos el calentamiento, éste ya se ha producido. Vamos a tener que inventar casas aisladas que no empeoren el entorno. Cultivos resistentes, formas limpias de recuperar agua. Industrias menos lesivas. Ojalá que en este camino introduzcamos alguna variable no estrictamente unida a la ganancia económica o el provecho propio. Tal vez seamos capaces de equilibrar un poco las desigualdades sociales, favorecer el bienestar de los pueblos pobres, pensar un progreso más barato y eficaz. El tiempo actual es un enorme desafío, pero también es una nueva e ilusionante oportunidad para jóvenes imaginativos y trabajadores.