Opinión

Marlaska va de seguro

Según parece a don Fernando Grande-Marlaska le gusta pasearse por la Gran Vía madrileña con una mano en el bolsillo, palpándose la cartera por si acaso, no vaya a ser que algún mangui pretenda afanársela, pues éstos pululan en abundancia por esa calle tan peatonal. Al señor ministro no se le ocurre nada mejor para combatir la delincuencia que cada uno se las arregle como pueda, tomando medidas ingeniosas para evitar ser víctima de ella. Que hay chorizos, pues lleva bien agarradas tus pertenencias para que no te las quiten. Y eso que es el jefe del ramo policial, porque si llega a ser el de la justicia, a lo mejor nos recomendaba que nos la tomáramos por nuestra mano o, en su caso, nos la envaináramos. Menos mal que, en el país, hay gente más altruista que vela por los demás. Me acuerdo que hace ya tiempo, en los albores de nuestra democracia, iba yo paseando con mi esposa precisamente por la Gran Vía cuando oímos detrás de nosotros un «¡ya te he pillado!» pronunciado con voz estentórea. Al volvernos para ver qué pasaba nos encontramos a un amable señor que agarraba por el pescuezo a una ratera que, a su vez, tenía su mano metida en el bolso de mi acompañante, donde ya acariciaba su cartera. Lo que le ocurrió después a la delincuente, lo desconozco, pero le quedamos muy agradecidos a aquel caballero que nos ofreció todo tipo de explicaciones sobre su afición a lo ajeno.

Es curioso que don Fernando Grande-Marlaska asociara la revelación de sus inclinaciones como paseante con un ataque político en toda regla al PP, acusando a sus dirigentes de buscar soluciones «simples» a problemas complejos como el del aumento de la delincuencia violenta en Barcelona. Claro que, para simpleza, la de llevar agarrada la cartera, sin duda. No digo que en el PP no haya de eso porque todos recordamos a Celia Villalobos con su caldito de huesos cuando lo de las vacas locas. Pero a cada uno lo suyo y al ministro Marlaska le toca ahora apechugar con la chorrada que soltó, seguramente porque está falto de ideas o de presupuesto o de lo que sea. Porque cuando hay problemas de seguridad, lo primero que tiene que pensar un ministro del Interior es en las soluciones policiales que puedan solventarlo. Claro que también se puede negar la evidencia envolviéndola de estadística, como si las víctimas de los delitos lo fueran menos porque se diga que son comparativamente pocas, aunque algunas hayan pasado por la funeraria. Ignorantes, llama Marlaska, a quienes lo recuerdan, metiéndose la mano en el bolsillo.