Opinión

Memoria histórica a la carta

Se dio en los primeros años de nuestra post guerra civil y especialmente en el ámbito rural, algún curioso hecho que no escapó al interés de los historiadores y que vino a reflejarse en un cierto desasosiego e inquietud entre mucho oligarca del franquismo en esa «España profunda», allá por el ecuador de los años 40, cuando ya se atisbaba que la victoria en la Segunda Guerra Mundial se inclinaría del lado de las tropas aliadas, lo que en consecuencia llevaría aparejada una acción posterior de las potencias vencedoras contra el régimen de Franco, único vestigio fascista en Europa. Ante los más que presumibles «nuevos tiempos», algunos de estos oligarcas no dudaron en iniciar un discreto proceso de blanqueo hacia una imagen más «humanitaria» que en casos puntuales hizo correr la especie de que el sentimental fascista había salvado con su mediación a republicanos condenados a cárcel o muerte, toda una campaña de «adopte un rojo en su vida... por lo que pueda venir». Ello no quita para que hubiera muy honrosas excepciones como las que inspiraron la imaginación de mi paisano Cercas en su «Soldados de Salamina», pero sirve de ejemplo para recordar que la historia en su sagrada máxima de la verdad siempre corre el riesgo de quedar al albur de la manipulación en función de quienes y como la interpreten. Apunto esto, porque convendría un mínimo escrúpulo a la hora de plantear una memoria histórica que nunca debería sostenerse, ni en baremos partidistas, ni en escalas de valores interesadas u oportunistas.

Lo de contemplar el pasado «a la carta» no parece que vaya a remitir, al menos durante los próximos meses, menos aún si nos vemos abocados a repetición de elecciones en noviembre y en la seguridad de que el PSOE de Sánchez en línea con lo ya demostrado no va a desaprovechar en su interinidad de gobierno, la oportunidad de sustituir «viernes sociales» anteriores a las pasadas elecciones, por algunos «viernes de la memoria» –al tiempo– para la que ya se encuentran bien colocadas y ordenadas en cajones sin llave, unas cuantas medidas de esas que atraen a redes sociales y medios de comunicación después de cada Consejo de Ministros. El gobierno socialista, en su legítimo afán por arrebatarle espacio a Podemos por la izquierda amenaza con brindarnos un otoño político trufado de guiños y gestos de cara a la galería, a pesar de los problemas reales que acucian a un país marcado por la interinidad política. Disolver la Fundación del Valle de los Caídos, cambiar la ley de memoria histórica, crear un registro de víctimas del franquismo o reconocer a los españoles que penaron en los campos de exterminio de Mauthausen o Gusen con el mismo sesgo propagandístico que marcó el hasta hoy frustrado intento de exhumación de los restos de Franco puede reportar unos cuantos votos, pero también avivar el revanchismo a costa de un asunto que, ni está en el debate ciudadano, ni entre las preocupaciones, especialmente de las generaciones más jóvenes. Curioso contraste frente a la amnesia y el «pasar página» ante las mismísimas narices de las víctimas de un mucho más cercano terrorismo etarra. Giren la cabeza hacia Navarra...