Opinión

«Nuestro país sigue siendo una gran "cantera" de investigadores con talento»

Ana María Cuervo, investigadora especializada en envejecimiento, tiene sus raíces en Valencia, pero el foco de su trabajo la llevó a cruzar el Atlántico y a vivir en Estados Unidos. Visitó recientemente nuestro país para participar en el Congreso Mundial sobre Ciencia y Envejecimiento en España -celebrado en la Fundación Gadea-, que se desarrollar tras el término Gerosciencia. Desarrolla su actividad desde la dirección del Centro de Estudios sobre el Envejecimiento Albert Einstein College of Medicine en Nueva York, donde además es profesora titular de Biología Molecular del Desarrollo y de Medicina.

Pero ¿cómo y por qué se acercó a la Medicina?
-Cursé la carrera, pero con la idea de que quería hacer investigación. Por eso, cuando acabé Medicina, hice mi tesis en Bioquímica y Biología Molecular. No me arrepiento de haberlo hecho de una forma tan larga, al final me llevó unos diez años, porque necesitaba la base molecular que me dio todo ese trabajo, pero haber realizado esta carrera me ha ayudado a enfocar toda mi investigación a problemas biomédicos.


-¿Cómo se especializa en estudios sobre el envejecimiento? ¿Por qué resulta tan importante hoy conocer en detalle estos procesos?
-Ya, cuando estaba en Medicina me interesaba el envejecimiento porque en realidad los ancianos son el grupo más grande de pacientes que vemos y me preocupaba la actitud de «no se puede hacer nada, uno se hace mayor y ya está». Siempre pensé que a nadie le importaría envejecer si se mantuviese sano y en plenas facultades, pero entonces no se pensaba que eso resultaría posible. Eso es lo que me motivó a intentar entender cómo y por qué envejecemos, porque para intentar reparar algo hay que saber primero cómo funciona.
Como experta en biología molecular lleva desde 2001 investigando enfermedades neurológicas relacionadas con la edad, como el Párkinson o el Alzhéimer. Sus estudios se centran en desarrollar terapias que puedan reparar la limpieza celular para evitar o retrasar el curso de enfermedades del envejecimiento. Su excelente trayectoria, avalada por más de 20 premios de prestigio internacional, la sitúan como una de las científicas españolas más importantes de España.


-¿Qué sabemos hoy de las enfermedades neurológicas?
-Estamos en una buena situación. Hoy estamos viendo los frutos de los esfuerzos en cuanto a la investigación que se realiza en este campo, conocemos más la biología de las enfermedades neuronales y podemos establecer relaciones que hasta ahora no conocíamos. Pero, también tenemos una cara B, la mala, porque no tenemos soluciones a los problemas patológicos. Hay mucho esfuerzo en estudiar y entender bien el alzhéimer, por ejemplo, para poder diseñar estrategias para abordarlo.
-¿Cómo podemos llamar aún más la atención sobre una cuestión que será prioritaria en los próximos años en las sociedades envejecidas?
-En los últimos tiempos, en EE UU se ha considerado como un problema de salud pública, como antaño lo supuso el sida. Por eso, hay que ser más «creativos» y empezar a ver la neurodegeneración, el envejecimiento neuronal, desde diferentes puntos de vista.


-Abordar el envejecimiento como tal, ¿abre nuevas opciones terapéuticas a patologías neurogenertativas propias de esta etapa de la vida?
-Lo cierto es que sí. Hace diez años se alcanzó un auténtico hito a nivel mundial en materia de investigación, ya que se publicaron los primeros resultados de un ensayo clínico que no trataba de una dolencia en particular, sino del envejecimiento en sí.

-¿Por qué fue un hito?
-Normalmente, la FDA (la Agencia Reguladora de Medicamentos y Alimentos) de EE UU no permite este tipo de ensayos, pero se trata de cambiar la mentalidad y ver más allá. Con este paso consideran la magnitud del problema.


-Para el estudio del mismo han acuñado el término de Gerosciencia. ¿En qué consiste exactamente?
-Ilustra perfectamente la idea de vivir más años, sí, pero libres de enfermedad. Porque en esta época asustan los «achaques», el desarrollo de las patologías asociadas (diabetes, demencias…). Nadie quiere alargar los años de vida sin disfrutar de una buena condición física y mental. Se trata de un tema trasversal, que no sólo ocupa a la Medicina y la Ciencia, sino a toda la sociedad. Ahora, con el tema de las pensiones, se necesita redefinir el fin de la vida laboral: si se está en plenas facultades hasta los 70, ¿por qué no seguir superados los 65 años si seguimos siendo funcionales? A esto se le suma que, si conseguimos vivir bien, habrá un menor impacto en los gastos sanitarios, o si se sigue produciendo, el estado seguirá recibiendo dinero. Se necesita un abordaje más amplio.


-Lo que sí es cierto es que, frente a otros órganos, el cerebro sigue guardando mecanismos que cuestan entender y «arreglar». ¿No es así?
-En ello estamos, resulta complicado. Consideramos que hay unos siete procesos celulares del envejecimiento cuya alteración puede tener una fuerte repercusión en él. Por ejemplo, nosotros trabajamos en la reparación de la limpieza celular para evitar o retrasar el curso de enfermedades del envejecimiento.


-Estudió en Valencia, pero se marchó al otro lado del Atlántico. ¿Cómo ha sido el desarrollo de su carrera en Estados Unidos?
-Tuve la suerte de que mi director de tesis en Valencia, Erwin Knecht, empezase una colaboración con el grupo de Fred Dice en Boston, y me pasé los años de la tesis en verano en el laboratorio de la Unversidad de Tufts y, en invierno, en Valencia (¡lo mejor de los dos mundos!). Así que eso también me ayudo a familiarizarme rápido con cómo se hace investigación en EE UU y a darme cuenta de que ésa era una forma que me resultaba muy atractiva. Así que cuando termine la tesis me fui a hacer un «postdoc» en Boston con Fred y luego en 2001 me saque una plaza en Albert Einstein College of Medicina en Nueva York, para empezar con mi grupo independiente. Tuve muchísima suerte de que mi tema de interés, autofagia, se convirtió en un área de gran atractivo y, como éramos pocos en ella, se me brindaron oportunidades que no se le ofrecen a alguien que está empezando (como organizar conferencias, participar en paneles de revisión de proyectos, etcétera). Eso me ayudó mucho para crear una red de colaboradores muy sólida y poder atraer a gente buenísima (¡y, sí, muchos españoles, por supuesto!) que se quisiese venir a mi laboratorio a trabajar. A los dos años de estar allí, creé con el doctor Nir Barzilai el Centro de Envejecimiento que codirigimos; este paso resultó muy importante para reunir grupos que estudian el envejecimiento desde múltiples puntos de vista.


-¿Cómo se ve la investigación española desde fuera de nuestras fronteras?
-Probablemente yo tengo una idea un poco especial porque es en gran parte gracias a la gente tan buena que me viene de España. Los «postdocs» españoles gozan de muy buena reputación en Estados Unidos porque salen todos muy bien formados de la universidad y de los laboratorios donde han hecho las tesis, así que nuestro país sigue siendo una gran «cantera» de investigadores con talento. A mí lo que me maravilla siempre al ver publicaciones punteras que salen de grupos españoles es la buena Ciencia que se está haciendo considerando lo poquito que se invierte en investigación. Creo que la creatividad de los científicos españoles resulta única y les ha ayudado a mantener una productividad envidiable a pesar de todas las dificultades. Lo triste es que uno no puede evitar pensar, si esto resulta así con los pocos recursos disponibles, imagínate lo que podrían hacer los científicos españoles si tuviesen la financiación que tienen investigadores en otros países.