Opinión
La izquierda ante los presos de ETA
Hace una semana, poco antes de constituirse el Gobierno, Podemos participó en la manifestación convocada por la «izquierda abertzale» en Bilbao, en favor de los etarras encarcelados. Bajo el lema «Ahora los Presos» se reclamaba un cambio en la política penitenciaria –o sea, la eliminación de la dispersión– y también su «vuelta a casa –o sea, la amnistía–. Las declaraciones de los militantes de Podemos fueron comedidas y se refirieron sólo al primero de esos aspectos, aunque tildando de «excepcional» el tratamiento carcelario de los miembros de ETA. Y según expresó Josetxo Arrieta, exigieron que éstos reconocieran el daño causado y condenaran la violencia. Por cierto que, simultáneamente, el portavoz socialista en el Parlamento de Vitoria, José Antonio Pastor, sugirió en Radio Euskadi que era el momento para cambiar el tratamiento penitenciario de los terroristas, aunque sin concretar nada.
La impresión que produce esto es que estamos a las puertas de una nueva etapa en la cuestión de los presos de ETA, en la que seguramente se empezará dando por finalizada su dispersión y tal vez se empiecen a articular medidas de gracia. Todo ello, naturalmente, sin considerar, en interés de la justicia, la posición de las víctimas de esa organización terrorista.
Manifestarse y hacer declaraciones retóricas es fácil. Lo difícil es prever las consecuencias de los actos políticos; y Podemos y el PSE han pecado de esto al no tener en cuenta los números que describen el actual mundo carcelario de ETA. Éste lo forman 216 reclusos, de los cuales algo más de 140 son asesinos con las manos manchadas de sangre. A casi todos ellos les quedan todavía entre diez y veinte años de condena sin remisión. Los demás, en su mayor parte, tienen un horizonte carcelario inferior a cinco años, con la particularidad de que al menos la mitad ya han sido acercados al País Vasco por Grande Marlaska.
El asunto se circunscribe, por ello, a los que han cometido delitos irreparables, una buena parte de los cuales son individuos irredentos. Algunos, que están dispuestos a retomar las armas, han encontrado en ATA (Amnistia eta Askatasuna) –la organización disidente de ETA que tiene al encarcelado Iñaki Bilbao entre sus líderes– su amparo moral y político. ATA, que reivindica retomar la lucha armada, se ha extendido entre la juventud «abertzale», sobre todo universitaria, cuenta con armamento ligero y suma unos 1.500 militantes. Sobre esta base, podría reemprender la campaña terrorista, aunque carece, de momento, de la voluntad política para hacerlo. Exhibir debilidad con esos presos, demostrando que su lucha es útil, puede abrir un nuevo ciclo de violencia en el País Vasco.
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