Opinión

Los tiempos

Una de las formas más simples y menos imaginativas de intentar halagar a los poderosos de nuestro país es hablar de su (admirable) manejo de los tiempos. De Rajoy, era el principal elogio que se le solía hacer, hasta que los «tiempos» le estallaron en las manos con la moción de censura y la traición de los muy queridos peneuvistas, a los que tantos agasajos dedicó. Y se sigue diciendo lo mismo de Pedro Sánchez, en este caso intensificado porque además de los tiempos, los socialistas tienen fama de controlar excepcionalmente bien el relato.
Esto último sólo fue cierto en tiempos de Felipe González, cuando el PSOE no tenía oposición y el único relato que existía era el socialista, hasta el punto que entonces ni siquiera se hablaba de «relato». (Una bendición, esto último.) En cuanto al manejo de los tiempos, el último desplante de los nacionalistas de la antigua Convergencia muestra que la pericia de Sánchez es muy relativa. El esquema siempre es el mismo. Todo parece estar alineado para que el plan socialista triunfe… hasta que un elemento de la jugada se descontrola o deja de tener el efecto que se esperaba de él. Pasó con la exhumación de los restos de Franco, que dividió aún más a la derecha pero no le supuso al gobierno más apoyo electoral. Y viene pasando sistemáticamente con Cataluña. El anuncio de la próxima convocatoria de elecciones es el último ejemplo. Dado el compromiso adquirido, Sánchez habrá de optar entre quedar en una posición delicada ante la opinión pública nacional, por el empeño en entrevistarse con un presidente inhabilitado y sin crédito, o dejarlo caer con el pésimo efecto que eso causará en Cataluña.
Ya sabemos que Sánchez compensa este fallo sistemático con otras virtudes: desfachatez, capacidad de improvisación, excelente análisis de las debilidades del adversario… Se las arreglará por tanto para salir adelante, en particular con unos socios que tienen una idea parecida del ejercicio de la política. Sin embargo, cada vez que el «manejo de los tiempos» entra en colapso (convocatoria de elecciones en noviembre, designación de la candidata a fiscal general, caso Ábalos-Barajas…) se queda en el camino un poco de capital político. La oposición debería ser capaz de aprovechar estos fallos. No se requieren posicionamientos ideológicos ni morales de alto calibre. Más bien flexibilidad y –claro está– una estrategia clara. Los nacionalistas no van a parar de proporcionar oportunidades.