Opinión
Sumar para restar
A mi modo de ver, del curso de los acontecimientos políticos que han tenido lugar durante los dos últimos años se deducen tres elementos que son cruciales para entender el presente y afrontar el porvenir. Primero, que la fragmentación electoral ha afectado más o menos con la misma intensidad a todas las tendencias políticas. Segundo, que en esas circunstancias la ganancia sólo la asegura la confluencia entre varios partidos. Y tercero, que la izquierda, no sin renuencias, ha comprendido lo anterior mejor que la derecha y, por eso, ha roto con el pasado aceptando el apoyo de los nacionalismos radicales. La derecha, en cambio, sólo lo ha admitido de manera incompleta y contradictoria.
Esto último es relevante porque lo que ahora se plantea, convocadas las elecciones regionales del País Vasco y Galicia, y estando próximas las catalanas, es la posibilidad de que PP y Ciudadanos concurran a ellas con listas conjuntas. Se aduce para justificarlo que, de esa manera, pueden fortalecer sus opciones y mejorar su resultado en los comicios. Sin embargo, el planteamiento de esta posibilidad se ha hecho únicamente contando con la aritmética electoral –que, por cierto, ofrece ganancias teóricas más bien exiguas– pero no con la discusión ideológica y programática. Desde mi punto de vista, hacerlo así es un error porque la fragmentación del electorado responde, precisamente, a la insatisfacción que produjo el economicismo, por una parte, y la política de apaciguamiento con respecto a Cataluña, por otra, de la última etapa del gobierno popular. Son las ideas las que dividen a los electores, no el tamaño de las circunscripciones y la ley D’Hondt; y por eso mismo no es descartable que éstos vean en la maniobra un mero intento de escapar al inexorable deterioro que ambos partidos –más C’s que el PP– han experimentado en cuanto a su capacidad de representación. Si fuera así, podría ocurrir que la coalición electoral condujera a una desafección aún mayor de los votantes y, en consecuencia, se hubiera sumado para restar.
Las posiciones ideológicas de los españoles apenas han registrado cambios en los últimos tiempos y continúa habiendo una cierta ventaja del centro-derecha sobre la izquierda. Esa es la oportunidad que se ofrece para la unidad entre PP y C’s, dejando fuera a Vox. Aprovecharla puede no ser fácil, pero es peor desaparecer de la escena, como le ocurrió a Upyd, o sumirse en la impotencia, como le pasó a la AP de Fraga. Por ello, tal vez sería mejor, ahora, no empeñarse en una confluencia precipitada y electoralmente limitada para, sin embargo, emprender el camino más largo de la fundación de un nuevo partido centrado y reformista.
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