Opinión

Sánchez rompió con Iglesias

Pedro Sánchez comenzó este mandato vendiendo a bombo y platillo su Gobierno de «progreso» y contando con la resistencia de la economía. Todo le ha salido al revés. La tardanza en reaccionar a la crisis del coronavirus tiene mucho que ver con la incapacidad del presidente para aceptar la realidad. Sánchez sólo se autoenmendó ante la posibilidad del desastre total, tras la presión de las comunidades autónomas y de una parte de su Ejecutivo encabezada por alguien tan cercano a él como José Luis Ábalos.

La declaración del estado de alarma se contemplaba desde hace días, pero Sánchez era partidario de actuar de manera gradual para evitar su impacto sobre la población. Tanto es así que, tras haber difundido que tenía estudiados todos los escenarios posibles, el Real Decreto se hizo contrarreloj, justo a tiempo para su aprobación en un Consejo de Ministros que iba a ser sólo de trámite. Nada más lejos de la realidad. La irrupción de Pablo Iglesias, en plena cuarentena, resultó un auténtico tsunami. «Nos descolocó», confiesan en La Moncloa. A Sánchez no le gustan los órdagos, y menos que trasciendan las deliberaciones del Consejo de Ministros. Cuando el borrador del Real Decreto saltó a los medios de comunicación, el presidente, enfadado por una filtración atribuida a Iglesias, llegó a dar por sentenciada la entente con Podemos. La sangre no llegó al río, pero el líder morado, al ver que no tenía ningún papel en la crisis, se mostró dispuesto a batallar ante las escasas medidas económicas adoptadas por el Gobierno.

Con España pendiente de los pormenores del estado de alarma, la comparecencia del sábado de Pedro Sánchez reveló lo preocupado que sigue estando por las apariencias. Pero fue él quien, metiendo a Unidas Podemos en el Consejo de Ministros, alimentó su peor pesadilla: que la opinión pública visualice una y otra vez la existencia de dos Gobiernos en uno. Precisamente porque Sánchez actúa en términos de imagen y no en función del interés general, supone poco alivio la insistencia de su círculo en que la cadena de mando ha quedado en manos de «ministros socialistas». Al final, ante una crisis de salud pública de tanta magnitud, a La Moncloa le importa más presumir de su victoria sobre Podemos que transmitir a los españoles la sensación de que se puede confiar en quienes manejan la situación.