Opinión

Casado marca el camino

En determinadas circunstancias históricas, algunos países se juegan el porvenir colectivo con gobernantes de poca altura. Es el caso de España en manos de Pedro Sánchez. La gestión de la epidemia por el Gobierno llevó a la población en cuestión de días de ser convocada a las calles a ser confinada en sus casas. En medio del caos y la imprevisión que en las horas primeras de la pandemia arrollaron a Sánchez y a su Gobierno, emergen, lógicamente, otros referentes. No en vano Pablo Casado es la alternativa al gabinete social-comunista de Sánchez, al que tan difícil será perdonarle la tardanza en tomar medidas por la presión de las organizaciones feministas, que priorizaban las concentraciones en las calles del 8-M.

Casado acudió este miércoles a un semidesierto Congreso reforzado por un buen arsenal de críticas posibles –obligadas cuando pase la pandemia– contra la gestión irresponsable, demagógica y temeraria de Sánchez e Iglesias. Pero en buena medida se guardó la crítica para tender la mano al Gobierno, como obliga a un hombre de Estado esta situación de emergencia nacional.

Casado aparcó los reproches, encabezando su discurso con ese clarificador: «Señor Sánchez, no está usted solo». Y situando al presidente socialista ante sus propios «demonios»: «Va a encontrar en el PP más lealtad que en sus socios de investidura».

Muchos en la cúpula popular le tienen ganas al PSOE por su oportunismo en crisis como las que sufrieron José María Aznar con el Prestige o Mariano Rajoy con el ébola. Tal vez por eso, en la noche del sábado Casado salió a responder al agónico discurso de un desencajado Sánchez con un aluvión de reproches. En esas primeras horas hubo en Génova 13 un intenso debate sobre la estrategia a seguir. Casado se dio pronto cuenta de que sus propios barones cerraban filas con La Moncloa. Las circunstancias obligan.

Ya el lunes, su comparecencia ante la opinión pública fue bien distinta. Y en el Congreso apuntaló su apoyo sin fisuras a La Moncloa. Casado ha puesto así «en cuarentena» su constitucional encargo de controlar al Gobierno. Lo más paradójico es que mientras el líder del PP se presenta como un político coherente ante el drama del coronavirus, un líder capaz de distinguir adecuadamente las prioridades, los socios de Sánchez se lanzan a su yugular.

Torra y Urkullu por la defensa de sus reinos de taifas, el propio Iglesias por apuntarse las medallas del «escudo» social, Rufián por su odio «a Madrid» y Errejón por salir de su anonimato. El coronavirus está trastocando demasiadas cosas. Muchos políticos se van a perder por el desagüe de los tiempos arduos. Lo saben. En ciernes, un nuevo mapa político. Quizá Pedro Sánchez entre en razón y se dé cuenta de que Casado y el PP son el aliado más leal para los meses que se avecinan.