Opinión
Desleal oposición a la oposición
Los españoles son conscientes de la emergencia nacional y se muestran dispuestos a aceptar sacrificios. Naturalmente. Pero siempre y cuando sus gobernantes demuestren liderazgo. Y eso no se consigue con una gestión negligente, ideologizada, repleta de dudas, falsedades y llamativos errores en un momento en el que se están perdiendo vidas. Ya ni por guardar las formas se intenta poner sordina a las diferencias que conviven en el Gobierno. La batalla contra el virus ha dejado choques dentro del Consejo de Ministros. Desencuentros que van más allá de las dos facciones de la coalición gubernamental. El Ejecutivo está partido en tres. El socialismo sanchista, el populismo morado de Iglesias y los socialdemócratas que se desmarcan del rumbo –a sus ojos, errático– del presidente. Una jaula de grillos, en el peor momento. Se van apiñando, valga el ejemplo, las pugnas por el impacto contante y sonante sobre la economía de las medidas adoptadas. Nadia Calviño y Pablo Iglesias proclaman su hostilidad, por mucho que, en un intento de salvar la imagen y transmitir normalidad, la maquinaria de imagen monclovita preparase este martes una aparición enlatada de los dos vicepresidentes junto a la ministra portavoz, María Jesús Montero. Siempre, por supuesto, bajo el escudo de la prensa ausente y preguntas telemáticas seleccionadas. En medio de la desconfianza, la desorientación y, claro, la agonía, Pedro Sánchez aparece al mando. «Él tiene la última palabra», repiten los suyos. ¡Solo faltaría! Pero, cada día hay más síntomas de que sucumbe ante Iglesias. «Cada vez está más saturado». Como su gabinete. Tal afirmación sale de despachos cercanos al del presidente. Asimismo, es la gran excusa para pedir «manos libres» y dejar la «rendición de cuentas» para el día después de la crisis. El PSOE no ha entendido, sin embargo, que la lealtad siempre debe ser de ida y vuelta. Produce bochorno el ataque a Isabel Díaz Ayuso. Poco importa la verdad: hay que derribarla por ser de centro derecha y para desviar el foco del errático trabajo de Salvador Illa al frente del Ministerio de Sanidad. Mientras tanto, la OMS la felicita por su excelente gestión en la lucha contra la pandemia. Lo que se busca de la oposición es puro sometimiento, incompatible con una democracia sana. Incluso «remar al unísono» por responsabilidad tiene límites. En ningún caso puede hacerse para ir en dirección a la cascada, como apuntó Pablo Casado. Que no mire Sánchez alrededor en busca de culpables. Es él quien ha dinamitado su eslogan de que «Juntos superaremos esta crisis». Ya nadie cree que esto sea posible. Desde luego, no Casado. Tampoco Inés Arrimadas. Ni Santiago Abascal, que pide la dimisión del presidente y la creación de un Gobierno de salvación nacional. El líder del PSOE no cuenta hoy ni con el PNV. El nacionalismo vasco se ha desengañado. El mismo viernes, Sánchez negó a Ortuzar, su socio, que fuesen a paralizarse las actividades no esenciales. Lo que hizo 48 horas después. Evidenció su falta de criterio. Antes, para los socialistas, quienes no apoyaban a Sánchez eran unos fachas. O unos cavernícolas, lo mismo da. Ahora, son personajes siniestros que han recortado la sanidad y dejado sin UCI a los más indefensos. O sea, pistoleros del Covid-19. Así razona la máquina del Maquiavelo de Ferraz, que busca la rendición de quienes tienen la obligación de controlar al Gobierno. Vivimos instalados en un perverso juego de la izquierda, que exige lealtad mientras practica una desleal oposición a la oposición.
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