Opinión

Acuerdo leal, sí; cheque en blanco, no

No sabemos a qué espera el Gobierno para sentarse en serio con los partidos de la oposición, especialmente PP y Cs, y afrontar una situación calamitosa como la que nos ha conducido el coronavirus. Mañana se habrán contabilizado 20.000 fallecidos y empieza a haber muestras de que la crisis golpeará a nuestro sistema productivo. Ya lo ha adelantado el FMI, con la previsión de una caída del 8% del PIB. Para hacernos una idea de la situación en la que podemos entrar: en la pasada crisis, en 2009, el descenso fue del -3,6% y, en el segundo repunte, en 2012, un -2,9%. En este contexto, el país no puede estar a la espera de que los conflictos dentro del Gobierno o sus desencuentros con la oposición impidan poner en marcha un gran acuerdo nacional. Puede haber muchos problemas motivados por la endeble mayoría de Pedro Sánchez, su dependencia de un partido como Unidas Podemos, incluso de unas formaciones cuyo interés en la estabilidad del país es nula, como ERC. Hoy, el presidente se ha reunido con los partidos afines, los que permitieron que la moción de censura saliera vencedora. Eso está muy bien, es lógico y Sánchez necesita comprobar sus verdaderos apoyos, pero el encuentro que debe preparar ya es el que tiene que mantener con el líder del PP, Pablo Casado. Sabe que la participación de los populares, como no puede ser de otra manera, es necesaria. No valen excusas y debe poner todo de su parte para que se produzca. Se acabaron los insultos. Si se tiende la mano, se hace limpiamente.

Como presidente del Gobierno y máximo responsable de la situación que está viviendo la Nación tiene que trabajar en ese sentido. Ayer, propuso la creación de una Mesa para la Reconstrucción Social y Económica, así la ha denominado, con todos los partidos y cuyo trabajo daría comienzo la próxima semana. No vamos a entrar en cuestiones terminológicas porque lo importante es definir los objetivos. La reunión que mantuvo ayer con la líder de Cs, Inés Arrimadas, no fue muy halagüeña y esperamos que el tono en el futuro sea más constructivo. En cuarenta minutos de videoconferencia, Sánchez fue incapaz de explicar en qué debía consistir el pacto, en base a qué puntos, propuestas o metodología de trabajo. Por la tanto, la reunión que debe mantener con Casado tiene que ser clara, bajo unos principios asumibles y acorde con la necesidad real del país. Los debates y conflictos que Sánchez tenga con su vicepresidente Pablo Iglesias tendrá que mantenerlos fuera del ámbito de esta mesa. Si hay que alcanzar un acuerdo entre todos y, sobre todo, con el primer partido de la oposición, debe hacerse sobre unas bases que puedan ser asumidas. En estos momentos no se trata de que Sánchez conserve su débil mayoría de gobierno, sino afrontar una crisis que, de no superarse en condiciones, como se hizo con la anterior, nos puede hipotecar como país.

Apoyar este acuerdo nacional no es firmar un cheque en blanco. Somos una democracia moderna y la gestión pública tiene que ser fiscalizada desde el parlamento. Si es necesaria la aplicación de la renta mínima vital (RMV) deberá aplicarse, pero no porque es un principio ideológico de Podemos, sino porque las fuerzas que conformen esa mesa –sin olvidarse de los empresarios– así lo creen necesario. Se ha acabado jugar frívolamente con el futuro de los españoles. Somos una sociedad madura que reclama toda la información. Es decir, si la RMV puede afectar a un millón de hogares, supondrá, si la renta mensual es de 500 euros, un gasto de 6.000 millones de euros al año. Ahora bien, hará falta lealtad, mucha responsabilidad, ser consciente de lo que los españoles están exigiendo en este momento tan grave de sus gobernantes y sacrificar, aunque sea por una vez, los mezquinos intereses de partido. La situación lo exige.