Opinión
El presidente y los surferos
Nadia Calviño regresó de Bruselas sin deuda mutualizada, última tabla de salvación ante el huracán que nos come. Los expertos ya pronostican un agujero multimillonario, miles de empresas quebradas, un 30% de paro, una prima de riesgo digna de Zapatero y una deuda insostenible. Calviño, la única persona en el gobierno, junto a Margarita Robles, que no parece sacada de un concurso de telerrealidad en Guadalix de la Sierra, queda arrumbada en favor de Pablo Iglesias, que dedicó el otro día, 14 de abril, a vomitar tuits donde anhela un país «donde jamás viéramos a un jefe del Estado aparecer vestido con un uniforme militar, porque es un representante del pueblo; donde el ejército estuviera subordinado al poder civil». Todo esto mientras España implosiona bajo el azote de la crisis económica y vital. La alternativa al energúmeno son los fantasmagóricos pactos de La Moncloa. Pero el precio resulta insufrible. La oposición tiene que comerse a un partido, Podemos, que nunca ocultó su vocación antisistémica. Que pacta en Cataluña y el País Vasco con los enemigos de la democracia. Que es, en fondo y forma, profundamente reaccionario y late enemistado con los más elementales principios republicanos. Al mismo tiempo PP y Ciudadanos aceptarían compartir no tanto la gestión de la crisis como sus marrones. O tragan la copa colmada de ácido o soportan que las terminales mediáticas atropellen por tierra, mar y aire a quienes no aceptan las draconianas condiciones del presidente. Con lo que Sánchez vuelve a inclinarse por sus socios, renuncia a la entente con la oposición democrática y anuncia un ingreso mínimo vital que, de aprobarse, vuela los puentes con Bruselas. Tiene hasta la vuelta del verano para convencernos de que su incompetencia es achacable a la derecha, que gestionó mal o peor los recursos sanitarios en las autonomías, de la globalización, que deslocalizó las empresas que fabrican mascarillas, y por supuesto de la prensa, emperrada en denunciar fruslerías como el intento de golpe de Estado en Cataluña pero muda ante el desmantelamiento de la sanidad pública y etc. Cinco meses para adjudicar a sus rivales la responsabilidad de que seamos el país del mundo con más muertos por coronavirus por habitante y prepararse para la traición de Podemos, que abandonará la nave en la inminencia del rescate y su inevitable ola de mierda y fuego, de la que es reputado surfista.
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