Opinión
Cara de «Varoufakis»
Pedro Sánchez afronta una etapa que amenaza con enseñar el rostro más feroz. Pocas dudas hay de ello. A medida que se dobla la esquina de la crisis sanitaria, va surgiendo la cuesta arriba económica y social. El rescate europeo vendrá con ajustes. En román paladino, «recortes». De hecho, el presidente ya no tiene otra que ir dejando abierta esa puerta. Las desviaciones del déficit, se ha limitado a sostener últimamente, se «atajarán» con más crecimiento y «justicia fiscal». Eufemismos para endulzar la píldora amarga que tanto se teme. Por ahora ha podido echar balones fuera, sí, pero, tal y como asume el entorno presidencial, «habrá que pagar el precio de los ajustes para garantizarnos la supervivencia». La suya, para empezar.
«La crisis económica puede arrojar más muertos que la sanitaria». Tan dura sentencia retumba en La Moncloa. La prioridad del Gobierno va a ser minimizar en lo posible el golpe con cargo a la caja única de Europa. La duda –y no pequeña– es si esos recortes en el horizonte podrán ser asumidos por la facción de Unidas Podemos de la coalición gubernamental. O si, por lo contrario, se romperá la baraja. Dicho de otra forma: si Sánchez podrá mantener la estabilidad de su gabinete o bien está abocado a cerrar abruptamente la legislatura. Pablo Iglesias se encuentra en claro retroceso, así lo señalan todas las encuestas. Y no está en condiciones de presentar batalla. Esa es una ventaja para la pata socialista del Consejo de Ministros.
El colchón, todavía en el aire, está cifrado en 145.000 millones de euros. Una jugosa parte del plan europeo de recuperación que el presidente puede tener en mente distribuir vía Presupuestos. Esta fórmula le permitiría irse trabajando esa «mayoría transversal» de la que ahora habla, incluso más amplia que aquella que le dio la investidura, sumando además a Cs, y poniendo en un serio aprieto al PP. Pablo Casado ya ha recibido varios avisos al respecto. Me consta. Y ahí asoma también la figura alargada de Nadia Calviño. Es la ministra que mejor «vende» que las medidas de reconstrucción de España que ya prepara el Gobierno, a todas luces dolorosas, estarán alineadas con las diseñadas por la UE. Todavía más si la vicepresidenta tercera sucede al portugués Mario Centeno al frente de la presidencia del Eurogrupo. Este viernes podemos tener noticias al respecto.
Sin duda, la elección de una ortodoxa –económicamente hablando– que fue alta funcionaria en las instituciones de la Comisión Europea, directora general de Presupuestos, representa una apuesta por el cumplimiento de los parámetros que marca la Unión. Incluso exportaría confianza al resto de capitales europeas, sobre todo a las del norte, demostrando que España no se entrega a Podemos y nunca se asemejará a lo que fue Grecia durante la anterior crisis económica. Calviño es la mejor tarjeta de presentación de que la línea elegida por el Gobierno español es la responsabilidad presupuestaria, en contra de las utopías del ala de ministros que representa Iglesias.
Ahora bien, los almuerzos semanales de Sánchez con su «socio» morado cada jueves van a ser de difícil digestión. El ascenso de la enemiga de bancada de los comunistas la haría «intocable» en el Gobierno y mucho más fuerte. De hecho, a Iglesias se le va poniendo cada día más la cara de aquel excéntrico y polémico ministro heleno de Finanzas, Yanis Varoufakis, sacrificado por el primer ministro griego, Alexis Tsipras, en pos de un acuerdo que evitase la quiebra de su país. Al final, sus sonoros pulsos con la «Troika» quedaron en meros juegos florales. En Bruselas tienen grabadas a fuego esas semanas horribilis… al igual que los incumplimientos de los últimos años de la etapa de Zapatero en La Moncloa.
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