Opinión
Esa renqueante «nueva política»
Aparecieron hace cinco años con la vitola de referentes de la «nueva política», se diría que como inmaculados partidos surgidos gracias a una espontaneidad social fruto del rechazo a los viejos modos de las formaciones tradicionales, marcadas por el adocenamiento en el poder, la corrupción y el clientelismo. Llegaban para dignificar la política española acercándola a los ciudadanos dentro de una gran bocanada de aire fresco y limpio que en nada se correspondía con el tradicional bipartidismo y sus reglas no escritas respecto a la alternancia en el poder. Podemos y Ciudadanos fueron, desde posiciones distintas del arco ideológico nacional, los grandes protagonistas de esa prometedora ola de regeneración. Ha pasado un lustro desde su irrupción acabando con la dinámica de mayorías absolutas y cambiando el colorido parlamentario y hoy, aun siendo su destino distinto según hablemos de morados o de naranjas, tienen un mismo denominador que no es otro más que una crisis que amenaza con hacerles desaparecer, en gran medida por no haber sabido asimilar todo lo bueno que aportaba la llamada «vieja política» y muy al contrario haber abrazado los grandes defectos y errores de la misma.
Los resultados en los comicios gallegos y vascos de este pasado domingo han venido a escribir las primeras líneas de lo que puede ser el epitafio de Podemos y Ciudadanos certificando una tendencia que ya venía acentuándose en pasadas convocatorias electorales y que puede tender a la irrelevancia cuando no a la extinción como etapa final. El partido de Inés Arrimadas sigue siendo inexistente en Galicia -con un tercio menos de votos que la propia Vox- y se da con un canto en los dientes «colando» dos escaños en el Parlamento vasco gracias a su acuerdo preelectoral con el PP de Casado, pero a su nueva lideresa se le está poniendo cada día más cara de Rosa Díez cuando veía morir entre sus brazos aquel proyecto de la UPyD creado por la propia ex dirigente socialista vasca. Ciudadanos, como otros proyectos surgidos tiempo atrás entre PSOE y PP, tendrá muy difícil encontrar su nicho real en el espectro político, sobre todo porque no es lo mismo pretender estar en el centro que estar en el medio. En el caso Podemos, ya saben, los otros adalides de aquella «nueva política», la situación no tiene por qué ser mejor por mucho que se comparta en coalición el poder del gobierno central, sobre todo porque en el caso de los naranjas su líder, Albert Rivera, tuvo la decencia de marcharse a su casa tras un claro batacazo electoral, mientras que Pablo Iglesias ni está ni se le espera en eso de dimitir consecuencia de unos pésimos resultados. El líder podemita ha abrazado lo más lamentable de los viejos modos políticos y camina hacia la destrucción de su partido enrocado en su guardia pretoriana tras múltiples purgas y con los únicos límites que le marcan el santuario de Galapagar y el coche oficial. Llegaron como «nueva política» y se acabarán marchando, puede que a rastras y con los pies por delante.
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