Opinión

Liberales sin principios

Los comunistas fueron los primeros en poner el grito en el cielo, con perdón de su ateísmo, pero después los secundaron otros, que también se pusieron estupendos. Por fin habían encontrado un defecto en los liberales: algunos cobran ayudas públicas, los tíos. En Estados Unidos, el país al que califican de extremo liberalismo los charlatanes que no se molestan en mirar ni un solo dato, unas asociaciones liberales solicitaron, y obtuvieron, fondos de la Administración previstos para tiempos de crisis.

Estas medidas, por supuesto, se aplican en numerosos países, empezando por España, pero lo que a estos ignaros les pareció escandaloso es que los cobraran los liberales, los mismos que apoyan la reducción del gasto público y los impuestos.

Es curioso cómo esta bobada suscita tanto entusiasmo cuando apenas una somera reflexión basta para comprobar que no tiene ni pies ni cabeza. Más de una vez se me han encarado estos cantamañanas a decirme que, como soy liberal, entonces no puedo ser catedrático de Universidad. Suelo replicarles: a ver, decidme si lo que queréis es que los liberales no nos presentemos a las oposiciones, o nos autorizáis a presentarnos, pero solo con la condición de no sacarlas (hace años analicé este dislate aquí en «La Razón»: https://bit.ly/39L7YX7).

Resulta patente que antes de pontificar sobre la coherencia de los principios liberales y la conducta de quienes los defendemos hay que ser consciente de la incuestionable asimetría que separa al Estado de sus súbditos.

Incluso los solemnes que escriben en la prensa serán capaces de detectar que un liberal puede solicitar un subsidio, o no, pero lo que nunca puede hacer es negarse a pagarlo.

Es diáfano que los subsidios, como todo el gasto público, los pagamos los ciudadanos, liberales o no, por la sencilla razón de que si no pagamos impuestos podemos dar con nuestros huesos en la cárcel.

Entonces, a quienes nos aleccionan sobre la coherencia de nuestros principios, les repito: renuncio aquí y ahora a percibir cualquier ayuda pública de cualquier tipo, siempre, lógicamente, que el Estado a su vez renuncie a cobrármela. ¿Se entiende?