Opinión
Celaá, al cole
La ministra que sabía demasiado vuelve al cole de la ruedas de Prensa tirando de la coleta a Pablo Iglesias y enredándose, como el diablo, en los detalles, un momento examen de selectividad en el que no se sabe el tema y toca enrollarse con las mascarillas porque ignoramos el resto del temario. Tras una sobremesa televisiva con Isabel, qué bien, qué bien, uno empieza a dudar de que si ha de llevar a los niños al colegio, a un psicoterapeuta con Epi o enviarlos al juzgado tal que Iglesias y Montero, así, de parapeto, todo por la causa. Celaá e Illa, tanto monta Isabel como Salvador, conforman un dúo sacapuntas en una parodia de «Barrio Sésamo». Es una suerte que gracias a su ley todo alumno pueda pasar de curso por muy zoquete que sea. Grabado lo tiene Pedro Sánchez que los mantiene en septiembre sin hacer los deberes, aunque al titular de Sanidad al menos se le entiende. Podemos sacar la conclusión de que va a ciegas. Es un mal escolar transparente y pagafantas que se ha ganado aparecer en la orla mientras Simón le hace una peineta por detrás. Celaá, sin embargo, se comporta como esas crías resabiadas que te atacan a muerte con un trabalenguas. El traductor simultáneo de Google echa humo. Intenta comprenderla pero solo le salen asteriscos y notas a pie de página. A cada pregunta, la ministra provoca otra que desenmascare la anterior. Sin éxito. Haría falta un Gran Hermano 24 horas para encadenar sentencias que desembocaran en alguna certeza. Sabemos cuándo y cómo se abre un colegio pero no en qué momento se cierra. Lo decidirá, asegura tajante, el Consejo Interterritorial de Salud. ¿En serio? Pasapalabra.
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