Opinión

Un buen mago nunca se jubila

En la tercera ciudad más poblada de Nueva Zelanda, el mago oficial deleita a los turistas; tiene hasta su propia valoración en Tripadvisor como «espectáculo» en Christchurch

La ciudad neozelandesa de Christchurch tiene su mago oficial. Un brujo como el que guardamos en el imaginario: barba larga y poblada, cejas espesas, acento británico, sombrero de pico y bordón que sirve tanto para apoyarse como para lanzar conjuros. Pero como este mago es real, también tiene un sueldo de las arcas públicas, equivalente a 8.300 euros anuales. Ian Brackenbury Channell, más conocido como «Jack» o «el hechicero», ostenta el cargo de mago oficial de Christchurch desde 1998, con su correspondiente salario.

Nació en 1932, en Londres. Fue piloto de la Fuerza Aérea Británica. Después se licenció en Psicología y Sociología. Tras recorrer Oriente Medio, y estudiar culturas ancestrales, se asentó en Australia como profesor en 1969. Allí le nombraron mago oficial de la Universidad de Nuevo Gales del Sur y la Galería Nacional de Victoria considera que es «una obra de arte viviente». En los 70 se instaló en Nueva Zelanda, donde consiguió la nacionalidad y el beneplácito del primer ministro, Mike Moore, para ser mago profesional y cara visible de la isla.

En la tercera ciudad más poblada de Nueva Zelanda, el mago oficial deleita a los turistas (tiene hasta su propia valoración en Tripadvisor como «espectáculo» en Christchurch), acude a actos protocolarios y recibe a mandatarios. Tras el terremoto que hace justo una década asoló la ciudad, comenzó su activismo para preservar los edificios históricos que habían sido dañados por el devastador seísmo. También se le solía ver en la plaza de la catedral dando unos encantadores discursos que no son «ni mentira ni verdad». Y digo «solía», porque recientemente, en Christchurch ha surgido el rumor de que Channell, de 87 años, se jubilaba y pasaba la varita a un nuevo y joven aprendiz. Unas habladurías que según el propio Channell están infundadas y han sido lanzadas por sus enemigos para envenenar a los locales y medios de comunicación.

Lo que no niega el mago es que desde hace seis años esté entrenando a un aprendiz, Ari Freeman. Con la barba aún más larga que Channell, e igual atuendo misterioso, su discípulo parece el mejor posicionado para suceder al mago oficial de Christchurch. «No creo que se suponga que los magos tengan que jubilarse», ha dicho Freeman respecto a la polémica en Nueva Zelanda. «Tienen que continuar hasta que estiran la pata».

«Lo han propagado mis enemigos, que tengo millones. Son burócratas que quieren que me jubile porque no pueden soportar que haya un hechicero aquí, porque nunca nadie quiso a un mago con autoridad», ha explicado Channell a un medio canadiense. «Aunque puedo asegurar que científicos, curas, académicos y burócratas, todos, odian a los hechiceros. A no ser que estén en una película o en un libro, entonces están bien».