Opinión
«Fredoom» para las madres
Boom. Un terremoto, la cama se mueve: «Mamá, vamos al cole». Se ha cambiado solo, se ha puesto la mascarillas, la zapatillas y se te ha tirado encima. La zapatilla derecha está en el pie izquierdo; la izquierda, en el derecho. «Es pronto, duérmete un rato».
7:00: Boom. Un terremoto, la cama se mueve: «Mamá, vamos al cole». Se ha cambiado solo, se ha puesto la mascarillas, la zapatillas y se te ha tirado encima. La zapatilla derecha está en el pie izquierdo; la izquierda, en el derecho. «Es pronto, duérmete un rato».
7:01. «¿Ya mamá?, ¿vamos al cole ya?». «Media hora, anda».
7:03. «¿Ya ha pasado media hora, mamá?» Te levantas y vas al baño. Cuentas los segundos que va a tardar en preguntar «dónde estás», para tú responder: «En el baño». Pero por un extraño fenómeno que aún no han explicado los científicos, lo que los niños entienden es «puedes entrar al baño». Y eso hacen. Entonces tú gritas más fuerte. «¡Estoy en el baño, no entres!». Y entienden: «Estoy en el baño: ¡que entres!».
7:10. Lo inaudito es que esta vez ni dice nada ni entra. Estás sola en el baño. ¡Estás sola en el baño! ¿No tendrá el morro de haberse dormido?
7:10. Se ha dormido.
7:45. Primer mensaje en el chat de padres. «Mi hijo está tan nervioso que ya se ha levantado». Te da pereza contestar, porque quien se despierte más tarde se va a encontrar 50 mensajes. Es como cuando se pierde la sudadera del azul uniforme. «¿Alguien la ha visto?», escribe una madre.
«¿Cómo es?»
«Azul».
«Pues no».
«Yo tampoco».
«No».
Pero luego te dijo tu marido que él sí la vio la tarde que fue a recoger al niño, pero que no lo puso en el grupo porque aún no se ha dado el caso histórico de que un hombre que participe en esos grupos. Debe ser que les quitan el carné de masculinidad viejuna.
8:01. «Despierta, hijo», dices. «Despierta, vamos al cole que ya es la hora».
8:05: «Vamos, corazón».
8:10: «¡O despiertas o llegas tarde el primer día¡ ¡A mí, la verdad, es que todo ya me da igual!».
8:15: «¿Puedo desayunar viendo la tele?»
8:16: Pones «Frozen» por millonésima vez desde marzo.
8:20: Sí, estás cantando «Suéltalo» bajo la ducha sin darte cuenta. Paras.
8:22. Vale, te has puesto a cantar una de Bosé.
8:30. Por fin en el coche.
8:35: Atasco.
8:55. «¿Estás cojo, por qué andas tan raro?».
8:56. Joder, las zapatillas están al revés.
8:59. Llegas a la puerta del colegio. No estabas ahí desde marzo: has dado clase con él mientras tenías reuniones en zoom; has deseado que te dejara un paz algún segundo; has celebrado estar tan juntos. Has maldecido que no se le meta en la cabeza cuánto es 8x7 y que no ponga nunca la «h» de haber. Has aplaudido, le has echado bronca bíblicas, se llenó la cara de harina, rompió un cristal, te dijo que le daba miedo el coronavirus.
9:00. Entra en el cole sin darte un beso y sin mirar atrás. Eso húmedo de tu cara puede ser una lágrima.
9:01. Así que la libertad era esto.
9:03. Pues vaya aburrimiento. A ver si Pablo Iglesias recomienda alguna serie interesante.
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