Opinión

Fin de una era

«Le Débat» ha sido de las grandes revistas intelectuales de los últimos cuarenta años. Durante este tiempo, sus responsables, en particular el historiador Pierre Nora y el pensador Marcel Gauchet, han mantenido vivo un intercambio constante de pareceres fundados y argumentados sobre muy diversos asuntos. Los reunía la voluntad común de aclarar, en la medida de lo posible, una realidad en cambio permanente, y la de suministrar ideas sobre el presente. Al llegar a su número 210, el equipo directivo de «Le Débat» ha decidido echar el cierre. Y no porque no haya materia para reflexionar, más bien al contrario, ni porque haya fallado un público que se ha mantenido fiel. Se trata más bien, como explica Nora, de un cambio en la forma en la que se ha empezado a leer desde el triunfo de lo digital: por textos sueltos, sin tener en cuenta el conjunto de cada número. El público humanista, interesado por el conjunto, sin prejuicios ideológicos, no se reduce, pero tampoco crece. Evidentemente, se han impuesto otras formas de abordar la información y el saber, formas que todavía están por definir.
Relacionado con cambio, hay otro, aún más de fondo. A diferencia de lo que ocurría hace cuarenta años, hoy la sociedad se relaciona con la política de una forma que no reside ya en la evaluación de elementos racionales, ni siquiera en la consideración de cuestiones de lealtad o de sentimientos. Ahora todo eso ha quedado sustituido por la expresión de uno mismo: de la experiencia propia, de la propia identidad, de la memoria de lo vivido, de lo que se espera en función de los propios derechos, considerados como algo indiscutible, innegociable. Una revista tan clásica como «Le Débat» es capaz de diagnosticar la nueva situación, pero carece de instrumentos para intervenir en ella.
Los agentes sociales se encuentran en una situación parecida. Los hay que han hecho suya –como si fuera natural– la nueva situación y apartan las cuestiones de gestión para centrarse en la actitud testimonial de denuncia, porque ahí reside la clave de todo: son muchos los partidos, de uno u otro signo, que han comprendido lo que ha ocurrido y se han reinventado, más o menos traumáticamente. Los hay, como lo que los franceses llaman la «macronie», que han creado de nuevas, de arriba abajo, otra forma de estar en política. Precisamente por ser nuevos, tienen la oportunidad, que Macron ha sabido aprovechar en Francia, de relacionarse de un modo propio con el pasado. En Francia, por seguir en el mismo país –también podríamos hablar de Estados Unidos–, han desaparecido la izquierda y la derecha tradicionales. Y hay partidos que siguen sin darse cuenta de que vivimos hace ya tiempo en ese otro mundo de la identidad, de la denuncia y la reivindicación permanente, el de la construcción de una memoria y una historia. Ante esto, «Le Débat» ha optado por cerrar. Se acaba así una etapa brillante de la inteligencia europea. Esperemos que empiece otra.