Opinión

Miedo a la igualdad

Dicen que aproximadamente un 0,5 por ciento de la población mundial son personas trans. Cifra que no cuenta a todas aquellas incapaces de expresarlo, ya sea por ignorancia o por temor a ser perseguidas, y que son todavía muchas. Personas que sufren el tormento de no identificarse con el género que le han asignado al nacer. O, dicho de otra manera, que su sentir no corresponde con su sexo visible.

Lo que parece incuestionable es que esta realidad existe desde que el mundo es mundo, tanto en el reino humano como en el animal, y que es tan natural como nacer con un ojo de cada color o un carácter sereno. Como a todo lo diferente, los humanos, miedosos por naturaleza, hemos reaccionado en contra, negándoles la posibilidad de ser como se sienten, aunque esto no haga daño a nadie. Porque tener un género o una orientación sexual fuera de lo común no es algo que ponga en riesgo el frágil equilibrio del mundo. Sí que hay, sin embargo, bastantes individuos peligrosísimos contra la vida que campan a sus anchas por el poder y sus alrededores, por la calle y sus recovecos, sin que nadie les exija cambiar o apartarse. Las personas trans son igual de pacíficas que la mayoría y no atentan contra ninguna ley humana ni divina. Son los que son, porque así nacieron, y hay que dejarles desarrollarse como seres libres capaces de elegir su identidad y orientación sexual.

No comprendo por qué la consulta para una ley sobre su «igualdad plena y efectiva» causa tanto conflicto entre algunos. Colectivos que sin duda no conocen esta realidad y que gustan de tener actitudes afiladas. Lo siento, pero para opinar hay que conocer. Y si no, silencio.