Opinión

El PNV expulsa al Ejército

El nacionalismo vasco consigue una gran victoria llena de simbolismo con la expulsión de los militares

Hay que reconocer que Pedro Sánchez es un hombre con suerte, aunque también es cierto que ha trabajado con gran tenacidad para conseguir la secretaría general del PSOE y luego la presidencia del Gobierno. En este caso la fortuna es contar con una oposición que está dividida en tres grupos en un período en que el palacio de La Moncloa se ha convertido en la casa de los líos y en un mercado persa donde todo se compra y se vende.

A pesar de dormir ahora tranquilo con Pablo Iglesias sentado en el Consejo de Ministros y no sufrir las pesadillas que nos anunció antaño, la realidad es que la sede de la presidencia del Gobierno es una auténtica casa de los enredos. Hay dos frentes abiertos que administra Sánchez con habilidad. El primero es la relación con su socio al que ya le tiene tomada la medida y lo mantiene entretenido en asuntos variopintos para satisfacer su veta propagandista. Hay rectificaciones que creo, incluso, que están pactadas, para hacer ver que Iglesias se coloca una medalla.

La otra faceta es el zoco que se ha organizado con motivo de la negociación de los Presupuestos. A Bildu se le regala el reconocimiento y normalización política, por lo que Otegi está muy feliz y entrega los votos a su benefactor. El PNV se llevará una pasta gansa, como siempre, y además le ha tocado el cuartel de Loyola que será abandonado por el Ejército. El regimiento de Infantería «Tercio Viejo de Sicilia» se podrá instalar en algún camping de la zona, montar las tiendas de campaña en los montes o donde pueda, pero la realidad es que se queda sin su cuartel.

El nacionalismo vasco consigue una gran victoria llena de simbolismo con la expulsión de los militares, aunque el Gobierno socialista-comunista buscará alguna excusa diciendo que le encontrarán otra ubicación y que no abandonará el País Vasco. Estoy convencido de que ese regimiento acabará en breve en cualquier otra comunidad cuando pase el ruido. La ocupación de cuarteles es una demanda clásica de los nacionalistas vascos y catalanes.

Al final, la presencia del Estado queda reducida a la mínima expresión. Las negociaciones que se traducen en inversiones no me parecen mal, pero otra cosa muy distinta es este tipo de operaciones que tienen una carga política trascendental y unas consecuencias lamentables. Es una vergüenza que se acepte expulsar al ejército de San Sebastián. Lo peor es que esta nueva humillación solo sirve para contentar a los que quieren acabar con España.