Vacunas

Después de vacunarse, 42 días de abstinencia

¿Cola Cao o Nesquik, Apis o La Piara, Tulipán o mantequilla? Pues igual: ¿Moderna o Pfizer, Astra Zeneca o Johnson & Johnson, la china o la rusa?

En las próximas semanas tendremos que aplicar todo lo que sabemos de las teorías de conjuntos y de la estadística avanzada para celebrar las cenas de Navidad, pero no se confíen: hay que seguir estudiando, porque vienen nuevos desafíos. Por ejemplo, qué vacuna estamos dispuestos a ponernos. Habrá que ver sus prestaciones, como cuando nos compramos un coche, o sus características y su composición, como en el supermercado cuando eliges la merienda de los niños. ¿Cola Cao o Nesquik, Apis o La Piara, Tulipán o mantequilla? Pues igual: ¿Moderna o Pfizer, Astra Zeneca o Johnson & Johnson, la china o la rusa?

Lo digo porque, igual que con las grasas saturadas, hay que leer la letra pequeña de las vacunas. Por ejemplo, la viceprimera ministra rusa Tatiana Golíkova acaba de revelar una contraindicación llamativa del medicamento que está desarrollado su gobierno. La Sputnik V, que así se llama este remedio, exige que, para tener efectividad, quienes la reciban eviten los lugares públicos y guarden 42 días de abstinencia alcohólica. La ministra lo dejó caer así, como un detalle sin importancia.

No le pidamos a la gente que sean superhéroes. ¿Van a pasar los rusos lo más crudo del invierno sin un chupito de vodka o de licor de anticongelante? Perdonen por el prejuicio, pero aquí va otra ronda, que invito yo. Eso es más difícil que pedirle a los ingleses 42 horas sin pronunciar «fuck» o a los españoles que aguanten 42 minutos sin odiarse entre sí. Pero no es tal prejuicio. Según la OMS, Rusia es el cuarto país del mundo en consumo de alcohol per cápita por detrás de Bielorrusia, Moldavia y Lituania, clientes potenciales de la vacuna Sputnik. También son los terceros del mundo más afectados por el Coronavirus y según parece van a tener que bajar en una lista antes que en la otra. Pero es que para los rusos la crueldad sería doble, porque según los voluntarios para probarla, uno de los efectos secundarios de la vacuna es la de sentirse resacoso. Fatiga, dolor de cabeza, boca seca... Es decir, resaca sí, pero beber, ni una gota. ¿Pero cuánto sadismo tendremos que soportar todavía? Por cierto que también dicen, aunque parece que es más un bulo que otra cosa, que uno de los laboratorios más conocidos estaría trabajando en una vacuna que se esnife. No sé si se trata de una conspiración internacional o de una campaña antidroga a escala planetaria la de sustituir por placebos las costumbres navideñas, pero yo solo pido que, antes de desarrollar ideas, las pensemos bien. Porque estamos embarcados en una carrera espacial sanitaria y es posible que algunas ideas que parecen buenas no lo sean. Porque algunas veces los Sputniks terminan convertidos en confeti.