Opinión

Archipiélgo gulag por culpa de Google

Hay una carretera, la M-56, que dicen que está maldita. Será porque su construcción se llevó a cabo con el precio de las vidas de los presos que el comunismo condenó a trabajos forzados.

Hay una carretera, la M-56, que dicen que está maldita. Será porque su construcción se llevó a cabo con el precio de las vidas de los presos que el comunismo condenó a trabajos forzados. Será porque se tragó cientos de miles de vidas entre 1932 y 1953. Algunas de ellas fueron engullidas y escupidas con vida y con heridas, otras sirvieron de cimientos para las cunetas, literalmente. Por eso se la conoce todavía como la Carretera de los Huesos, una vía inhóspita delimitada por un frío glacial, y que se dice que está maldita porque muchos de los presos se suicidaron para dejar de soportar el dolor de sus extremidades congeladas. El sufrimiento del frío que quema y que no calma ni el agua caliente, el dolor de ver los dedos desprenderse del cuerpo y no ser capaz de sentirlo. La autopista, con el tiempo, quedó abandonada. En parte por la maldición y en parte porque la naturaleza probó inviable el tráfico rodado, salvo para camiones bien pertrechados. Los traslados por el área se hacían en avión o dando un rodeo por vías más modernas. Era lo más razonable.

La autopista de Kolimá, ese es su nombre oficial, nace en Magadán, mar de Ojotsk, el escenario principal del «gulag» soviético, en el extremo oriental de Rusia, donde se ubica buena parte de la narración de «Archipiélago gulag», de Alexander Solzhenitsyn. Ese era el destino de Serguéi Ustinov y Vladislav Istomin, dos jóvenes rusos que viajaban en un Toyota de segunda mano que acababan de comprar y que querían probar en un viaje hacia la costa. Partían de Yakutsk, a 1.900 kilómetros de distancia del destino (que no parecen tantos en el mapa, dada la inmensidad de Rusia) y calcularon su ruta como haría cualquiera en Occidente, en Google Maps. 34 horas parecían muchas, pero el itinerario era 4 horas más corto que el propuesto por el navegador ruso Yandex y podían hacer turnos para dormir. Así que se pusieron en marcha sin saber que el navegador les conducía por la carretera fantasma. No sabían que se dirigían a un crematorio blanco.

Aparentemente, los dos jóvenes tuvieron una avería en el coche. En la ruta, sin señal de móvil ni refugio posible, estaban en la más inmensa soledad a 50 grados bajo cero. Hablamos de decenas de kilómetros de silencio y frío en todas las direcciones. Cuando los servicios de emergencia les encontraron, una semana después de su partida, Ustinov había muerto e Istomin se encontraba en estado crítico después de horas de horror. Google ha anunciado que eliminará la carretera fantasma de las opciones de desplazamiento en el área. Sin embargo, la leyenda negra de la carretera fantasma tiene una historia indeleble.