Elecciones catalanas

Naturalizar el indulto

Pero, igual que en la política actual el golpe de efecto es más importante que la verdad, también los sondeos importan más que la gestión

El martes Salvador Illa aseguró –con esa serena rotundidad con la que durante estos meses de pandemia nos ha dicho cómo actuar para evitar contagios– que «el candidato va a ser Miquel Iceta» porque «es la persona que está en mejores condiciones de abanderar y liderar el cambio en Cataluña». El miércoles dijo –con la misma serena rotundidad– que «quiero ser presidente de la Generalitat». La verdad está sobrevalorada en política, por lo que parece. Importa más el golpe de efecto.

La decisión tiene su relevancia, porque el presidente del Gobierno prescinde del ministro de Sanidad en plena crisis sanitaria. Si, a pesar de lo ocurrido en estos meses, la gestión de Illa durante la pandemia ha sido excelente –como opina Pedro Sánchez– no sería responsable en este momento privar a los españoles de ese hombre providencial, porque la enfermedad sigue cobrándose vidas cada día y necesitamos que Illa nos lidere hasta el final de la batalla contra el virus, junto con Fernando Simón y sus expertos.

Si por el contrario Sánchez piensa sobre Illa lo contrario de lo que dice, habría sido poco responsable no proceder mucho antes a su relevo al frente de la cartera de Sanidad, y no sería justo ofrecer a los catalanes a quien no se desea para el conjunto de los españoles. Pero, igual que en la política actual el golpe de efecto es más importante que la verdad, también los sondeos importan más que la gestión. Y los sondeos que maneja Moncloa auguran un mejor resultado para Illa que para Iceta. No se hable más.

Ahora, la misión del ministro será recomponer el tripartito que gobernó Cataluña en dos periodos, entre 2004 y 2010. Lo presidieron sucesivamente Pasqual Maragall y José Montilla, con consejeros socialistas, de Esquerra y de Iniciativa per Catalunya Verds –la Izquierda Unida catalana–. Si la operación tuviera éxito en las elecciones del próximo 14 de febrero, En Comú Podem –la confluencia de Podemos– sustituiría a ICV en el conglomerado resultante. Se rompería el frente independentista en el Parlament y se reforzaría Frankestein en el Parlamento.

La operación funcionará dependiendo de qué camino escojan los votantes huérfanos de Ciudadanos. Inés Arrimadas ganó las elecciones de 2017 con 1.110.000 votos. Fueron 161.000 votos más que Carles Puigdemont. La duda hoy no es si Ciudadanos ganará de nuevo, sino cuál será la profundidad de su hundimiento. Y la segunda duda es cuántos de sus apoyos de 2017 irán ahora al PSC, cuántos al PP y cuántos a Vox: quién recogerá una mayor cantidad de leña procedente del posible árbol caído.

Todos se han enfundado estos días el traje de caza. Los socialistas han captado para su causa a David Viñuelas, portavoz de Cs en el Ayuntamiento de Tarragona. Los populares, más ambiciosos, han fichado a Lorena Roldán, portavoz de Cs en el Parlamento catalán y en el Senado. Los golpes de efecto funcionan en todas las direcciones posibles cuando de lo que se trata es de atraer a los votantes indecisos.

Y, en paralelo, desde Moncloa ya se trabaja en el siguiente movimiento: el indulto a los dirigentes independentistas condenados por el Tribunal Supremo. La gran novedad en este caso es que no hay fingimiento ni disimulo porque, como ha reconocido el propio presidente, «desde el principio, el Gobierno no ha ocultado sus intenciones». Sánchez mantiene su voluntad de buscar la «reconciliación» y el «reencuentro», a pesar de que no exista evidencia alguna de que haya en la otra parte –la del «lo volveremos a hacer»– nadie que se ofrezca para tal cosa. Y esos dos ejercicios, el de la reconciliación y el reencuentro, solo se pueden ejecutar de verdad si hay dos partes que lo desean. Lo contrario sería reconciliarse y reencontrarse con uno mismo, lo que resulta innecesario.

El presidente socialista de Castilla-La Mancha ha recordado a su secretario general lo que dijo el líder de ERC, Oriol Junqueras: «que se metan el indulto por donde les quepa». Emiliano García-Page teme el ridículo –así lo ha calificado– que podría hacer el PSOE si después de aprobar el indulto, los indultados «volvieran al mismo camino». García-Page piensa en los votos que pueden perder en Castilla-La Mancha, pero Sánchez piensa en los que cree que puede ganar en Cataluña. Y, en este momento político, el líder socialista está dispuesto a proceder con el indulto, aunque sea en contra de una parte del PSOE, de una parte del país, de las recomendaciones del Tribunal Supremo y de la opinión de la Fiscalía. Porque sostiene Sánchez que «en Cataluña todos hemos cometido errores». Es cierto. Pero no todos hemos cometido delitos.

El trabajo de mentalización ya se ha iniciado. Después de que el pasado mes de julio el Gobierno estableciera que había que naturalizar el insulto, ahora se nos recomienda ir naturalizando el indulto.