Editorial

La vacuna no es propaganda

El ritmo de vacunación no es el esperado, sobre todo por las previsiones que se había marcado desde que la semana pasada el todavía ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunciase que «el principio es la vacuna y el fin es inmunizar a todos los españoles», en un plazo no fijado, aunque sí urgente en su aplicación. Se iban a facilitar 350.000 dosis semanales de manera equitativa entre las comunidades, como así lo anunció el ministro –y ahora sabemos que también candidato socialista a la presidencia de la Generalitat– que era «un proceso que durará unos meses», pero visto los resultados, todo indica que va más lento de lo exigible. Esto sí, se presentaron las primeras cajas con el letrero de Gobierno de España, como si hubiera sido el fabricante, y a la primera mujer, de 96 años, que se le suministró en una residencia de Guadalajara. A partir de ahí, el candidato Illa sigue el mismo criterio aplicado durante toda la pandemia: ahora que las comunidades se ocupen solas del resto. Ahí acaba su responsabilidad. Algo tendrá que decir sobre el decepcionante inicio de vacunación en España, más allá de la administración autonómica de turno, sobre todo porque ya se ha avisado sobre una tercera ola de infecciones, tal y como confirma el número de contagiados e ingresos. Los datos están ahí, facilitados por las comunidades: apenas se ha puesto el 25% de las dosis recibidas. Es decir, ni se ha cumplido el primer objetivo: vacunar a los ancianos en las residencias y a los sanitarios. Los motivos no están ocasionados exclusivamente por la gestión en cada territorio, sino por cuestiones que tienen que ver con la producción en los laboratorios de la multinacional Pfizer, la aparición de la nueva cepa del virus en Reino Unidos y los cierres fronterizos que ocasionaron. Hay otros factores que requerirían de una explicación por parte de los responsables, como la falta de sanitarios para la aplicación de la dosis o la parálisis de la administración a causa de la Navidad, algo inexplicable en la actual situación. A partir de ahí, cada uno ha salido al paso como ha podido, mientras el Ministerio de Sanidad se ha desentendido de la gestión, al punto de que ni siquiera ha elaborado un listado donde se recojan las vacunaciones.

No nos cabe la menor duda de que se saldrá de esta situación y que se imprimirá un ritmo de vacunación óptimo; ahora bien, teniendo en cuenta que España no está para muchas exigencias ante Bruselas a la hora de suministrar vacunas, en previsión de una tercera oleada. De momento la Comisión Europea ha aumentado en 100 millones de dosis el pedido, llegando a los 300 millones, en previsión a los nuevos tratamientos que se van a poner en marcha. Mientras Salvador Illa se dedica a preparar la campaña electoral catalana, a las comunidades autónomas no les queda más remedio que asumir toda la responsabilidad por encima de cuestiones electoralistas.