Política

¿Se han vuelto locos en Vox?

Sentido de Estado es todo lo contrario: decir «no» a un plan oscurantista a más no poder

Abascal se cabreó como una mona conmigo hará cosa de un par de años cuando aseveré en este mismo hueco que no podían comportarse como los involuntarios cómplices de un presidente que nos lleva directitos a la ruina y al pensamiento único. El de Llodio, al que siempre admiraré por defender desde los 19 años la democracia con los socios del PSOE apuntando a su cabeza, no entendió mi metáfora. Lo que vine a decir es que los voceros socialcomunistas promovían a Vox hablando de ellos mañana, tarde y noche para restar protagonismo a un PP que a día de hoy es el único que puede desalojar de Moncloa al robatesis. Item más: situaban a los verdes como una suerte de partido «fascista» que amenaza nuestras libertades. Con esta última treta, más vieja que la tana, el sobrevalorado Redondete mataba dos pájaros de un tiro: despertaba a los ¿suyos? en torno a un enemigo común y ponía muy difícil de facto a Casado una coalición poselectoral con un Abascal con cuernos, rabo y tridente. Como diría Jack El Destripador, vayamos por partes. Vox es un partido de derecha conservadora de manual, más próximo a la CSU germana que a un PP alineado con el liberalismo europeo. Punto. El Frente Nacional y la Liga Norte son estatistas, nada que ver con el tercer partido de España, que se metió en vena a Friedman y Laffer para plantear la mayor bajada de impuestos de la historia. Y respecto a la inmigración, ¿qué problema hay en defender la mera aplicación de la ley? Ni son Alternativa para Alemania, ni Le Pen, ni tampoco Salvini. Estos últimos apuestan por el laicismo, todo lo contrario que Vox, que lucha a cara de perro contra todo lo que huela a algo tan normalizado como el matrimonio gay, la transexualidad o la eutanasia. Dicho todo lo cual he de decir que personajes como Abascal, Espinosa, Monasterio, la superlativa Olona y no digamos Ortega Lara tienen 100 veces más talla ética e intelectual que los chisgarabises de enfrente. Por eso alucino desde el jueves. O el mundo se ha vuelto loco o el que está tarumba soy yo. Ni en 70 reencarnaciones entenderé cómo consintieron por omisión que saliera adelante el decreto que da vía libre a Sántxez para manejar él solito, desde Palacio, los 140.000 millones que llegarán de Bruselas teóricamente para recuperar un país hundido más por su incompetencia que por el virus made in China. Los mismos que antes decían, y con razón, que este plan «es la puerta de entrada de la corrupción» ahora colaboran con el socio de Otegi, Iglesias y Junqueras para sacarlo adelante. De coña. Espinosa, que está mejor cuando no se cree Adolfo Suárez, asegura que lo hicieron por «sentido de Estado». Sentido de Estado es todo lo contrario: decir «no» a un plan oscurantista a más no poder, que lo manejará Sántxez personalmente desde Moncloa y que se convertirá –Dios quiera que me equivoque– en el mayor caso de corrupción de España, en Ali Babá y los 40 ladrones, en una merienda de negros que dejará reducida a la condición de juego de niños los ERE o el caso Pujol. ¿Sabéis, Santi e Iván, cuánto es el 3% de 140.000 millones? Ya os lo digo yo: 4.200 kilazos del ala. Pues eso. Con esta chusma no se puede ir ni a heredar a Amancio Ortega.