Vacunas

Lo de Victoria

«Cuando Simón dijo que no eran necesarias las mascarillas se dijo amén»

El faranduleo engorda todo lo que hace, debe ser su manera de que sus miembros se mantengan delgados y esbeltos: expulsan todo lo que tienen dentro. Lo de Victoria Abril, por ejemplo. La actriz ha entrado en la galería de dementes que cree que la vacuna es a la covid lo que las carísimas cremas que anuncian sus compañeras: una caricia a la piel que sirve para poco. Pero la película es otra. Y es si puede o no expresar lo que piensa a pesar de que a todas luces sea una ida de olla. Recuerdo que cuando Simón, parte de la estructura del Gobierno, dijo que no era necesario utilizar mascarilla, casi todos los que miraban desde las ventanas dijeron amén hasta que volvieron a persignarse y a orar por lo contrario. Al cabo, la actriz se representa a sí misma. Simón sí tiene una responsabilidad aunque no la ejerza. Esperamos no solo comportamientos sino discursos «ejemplares» de todo el que se atreve a pronunciarlo. De todos menos de los que debieran dar cuentas por sus mentiras. Victoria Abril ha confundido una entrega de premios con un apéndice de la nave del misterio de Iker Jiménez. Y el público se presta a adornarse con los ropajes de la inquisición para que la castiguen en la mazmorra donde de alguna manera hemos mandado a otros desertores como Miguel Bosé.

Si los embustes que nos cuelan en cada discurso televisado tuvieran en la masa enfurecida el mismo efecto estaríamos no quemando las calles sino apagando el fuego de la ira. Y voy más allá: de repente cualquier opinión que no se atenga a la verdad, si llega desde fuera del poder, es fustigada hasta que sangre, que diría Pablo Iglesias. Resulta que la culpa de nuestra desesperación la tiene una actriz de cerebro licuado. Recordamos las ucis, los muertos, como si ella fuera responsable de que nuestro mundo se fue al pairo hace ahora un año, cuando por el feminismo se nos iba la vida, no porque la muchacha de las bragas de oro desnudara su irracionalidad sino porque un ministro quiso agarrarse los calzoncillos y no viéramos sus vergüenzas. Deberíamos enfadarnos por la tardanza en la disposición de la vacuna pero para no plantarnos ante el toro echamos el rato en un tentadero de vaquillas.