Opinión
El estrepitoso fracaso del PSOE y Ciudadanos
La dignidad de los tres diputados que se han incorporado al gobierno de Miras ha impedido que triunfara una maniobra en la obscuridad.
La izquierda política y mediática intenta justificar el desastre de Murcia con la excusa de los tres tránsfugas de Ciudadanos, cuando la realidad es estrictamente la contraria. Los auténticos tránsfugas son los dirigentes del partido naranja y los otros tres de Ciudadanos que estaban dispuestos a incumplir el pacto de coalición para robar la presidencia de la comunidad. En este escenario caótico que se ha organizado entiendo que se busquen este tipo de excusas, pero emprender una moción de censura sin controlar el grupo parlamentario es uno de los mayores disparates políticos que he visto nunca. La división que existe dentro de Ciudadanos no es un secreto, pero no afecta solo a Murcia sino a toda España. El poder de la dirección nacional me recuerda a la situación de Roma en los últimos años del Bajo Imperio cuando se circunscribía a la ciudad y poco más. Nada quedaba de la vieja gloria de los grandes emperadores como Augusto, Trajano, Marco Aurelio, Vespasiano, Constantino o Teodosio, pero ni siquiera de otros menores. Roma hacía tiempo que había dejado de ser un imperio y sólo quedaba el de Oriente. Lo mismo sucedería cuando éste se reducía a Constantinopla y los ejércitos otomanos derribaron sus antaño poderosas murallas. Arrimadas es ahora como Constantino XI Paleólogo o Rómulo Augstulo.
El Imperio Romano de Occidente cayó en el 476 y el de Oriente en 1453. La Historia nos muestra que nada es eterno, ni siquiera aquello que en su día fue un imperio que asombraba a sus contemporáneos. Los políticos, sobre todo cuando saborean su momento de gloria, creen que todo lo pueden sin entender que un acontecimiento marcará su declive. Federico II fue emperador del Sacro Imperio y rey de Sicilia y de Jerusalén y se le conoció como «stupor mundi» (asombro del mundo) e incluso el «Anticristo» por sus permanentes luchas con el Papado, pero fue el último soberano de la Casa de Hohenstaufen. Todo aquello que había intentado construir quedó en nada como consecuencia de sus errores. Es uno de los personajes más deslumbrantes y fascinantes de la Historia, pero su soberbia, como les sucede a muchos políticos, le hizo no medir las consecuencias de determinadas decisiones e intentó abarcar demasiado.
La Historia siempre resulta útil como ejemplo. Todos los soberbios acaban cayendo, nada es eterno y es importante tener información antes de emprender una campaña. La crisis desatada el miércoles demuestra que hubo mucha soberbia, exceso de voluntarismo y ausencia de información. Ahora tenemos la certeza de que Ciudadanos ha caído con el fracaso de Murcia. Ha sido su último estertor. Ahora comienza el proceso de descomposición y los restos serán absorbidos por el PP o el PSOE. Algunos dirigentes abandonarán la política y otros buscarán un acomodo. La habitual en estos casos.
Todo indica que la debacle llegará con las elecciones anticipadas en Madrid. Otros partidos han desaparecido desde la Transición hasta nuestros días e incluso tuvieron momentos ciertamente gloriosos como sucedió con UCD, CDC, Unió, CDS, UPyD, etc. Hubo acontecimientos concretos, más o menos duraderos en el tiempo, que les llevaron al desastre y fue una consecuencia, por supuesto, de la soberbia de quienes se consideraban infalibles. En otras ocasiones me he referido al riesgo del caudillismo y el populismo, tanto en los partidos como en el gobierno, porque se organizan estructuras rígidamente piramidales donde las decisiones las toma una única persona acompañada por una camarilla que ignora otras opiniones y consejos. Es lo que ha sucedido en la operación acordada entre el PSOE y Ciudadanos para arrebatar el poder territorial al PP. El primer fracaso fue constatar que no podían ni en Andalucía ni en Castilla y León, pero pensaron que sería fácil en Murcia y en Madrid. La dignidad de los tres diputados que se han incorporado al gobierno de Miras ha impedido que triunfara una maniobra organizada en la oscuridad de los despachos de La Moncloa y Ferraz.
A esto se unió la rápida reacción de Ayuso y Casado al dinamitar una posible moción de censura en Madrid. Es verdad que Ciudadanos y PSOE niegan que estuviera prevista, pero también decían lo mismo sobre Murcia antes de presentarla. Es bueno recordar que los socialistas, comunistas, antisistema y periodistas de izquierda llevaban meses insistiendo en la necesidad de acabar con Ayuso. Era la obsesión de todos ellos, porque no podían aceptar que Madrid fuera la alternativa al gobierno socialista-comunista. No hubiera sido igual si la comunidad no hubiera dado la batalla ideológica. Ahora todo se circunscribe a unas elecciones anticipadas que pueden tener graves consecuencias para la estabilidad del gobierno de España.
La alegría monclovita de las primeras horas del miércoles dio paso este viernes a un monumental cabreo por la enorme chapuza que se estaba viviendo con el fracaso de la moción de censura al formarse un nuevo gobierno en Murcia. Es verdad que el PP asume un gran riesgo con las elecciones anticipadas, pero una victoria de Ayuso que le permita mantener el gobierno es un desastre para la izquierda. La posibilidad de que Podemos y Ciudadanos no consigan representación no es una quimera, sino un riesgo muy grave para Pablo Iglesias e Inés Arrimadas. El experimento de Murcia, que tenía que conducir a un peligroso debilitamiento del liderazgo de Casado, puede tener el efecto contrario. A esto hay que añadir que la situación de la crisis económica es cada vez más inquietante y aunque lleguen los fondos europeos, cuya cadencia es una incógnita, todo indica que 2021 y 2022 serán catastróficos. Si a esto se le añade inestabilidad dentro de la coalición socialista-comunista, un incremento del paro y el cierre de empresas, a lo mejor resulta que los diez años gloriosos que esperaba La Moncloa se convierten en dos. La Historia nos muestra que el futuro nunca está escrito.
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