Economía
¿Volvemos a Amiens?
Pesamos cada vez menos, políticamente, en el mundo internacional, por supuesto en Europa, incluso en Marruecos
Una España importante en el mundo llegó a su final a comienzos del siglo XIX. Pero su agonía fue consecuencia de una reunión, concluida con un célebre Tratado, celebrada en Amiens. España tuvo que abandonar todos los enlaces políticos que le convertían en una potencia transpirenaica en Europa y, al mismo tiempo, comprobar que, simultáneamente, en Inglaterra surgía, desde el tráfico de vapores, hasta nuevos planteamientos de la industria textil; desde la industria siderúrgica basada en el carbón, a la producción del gas; y todo, con máquinas que continuamente variaban. Además, la situación política y científica impulsaba todo ello, mientras que en España, Godoy, unido a todo un conjunto de planteamientos de Carlos IV y Fernando VII, desoía los mensajes, en este sentido, de Jovellanos, quien acabó contemplando cómo, impulsada por él, fracasaba en Trubia el intento de imitar la técnica siderúrgica británica, o cómo, en el terreno tecnológico, se acababa desvaneciendo el Instituto creado, para eso, en Gijón.
Por este pasado, nos debe preocupar mucho que el impulso económico creciente, surgido en España en 1953 y que llegó hasta 2008, se haya esfumado ahora mismo. Interesa conocer si ese punto de apoyo tecnológico que el actual empresariado exige como consecuencia de la apertura económica, existe, y ello sucede en un momento en el que, como en torno al 1800, el mundo científico-tecnológico sufre una transformación profunda. Gracias a las investigaciones dirigidas, en gran parte, por el profesor José Molero Zayas, tenemos alarmantes datos comparativos ofrecidos en Economistas.
Observamos que, en España, existe una altísima preponderancia, dentro de la magnitud de las empresas, de las muy pequeñas, que por ello son incapaces de reunir las condiciones adecuadas para impulsar competitivamente nuestra economía, dentro del sistema globalizado que es forzoso se acepte para conseguir un adecuado desarrollo económico. Las empresas de menos de 20 trabajadores representaban el 91,5% de las industriales, en 2018; mientras que tan sólo suponen el 25% del empleo y un 10,43% de la cifra de negocios. Y como consecuencia, la distribución del Valor Añadido por tipo de sectores significa que, para Manufacturas avanzadas, existe en España, sobre el total, un 5,8%, mientras que en la UE-28 es el 9,9%;para Manufacturas intermedias, el porcentaje español es del 36,4% y el de la UE-28 del 43,5%; y para Manufacturas tradicionales, el porcentaje español es del 57,8% y el de la UE-28, del 46,4%, lo que recuerda las proporciones de productos españoles y extranjeros que existieron en la primera Feria de Muestras celebrada en tiempos de Fernando VII. Los datos son recogidos por el profesor Molero, de R.Gandoy y Mª E. Álvarez, en el Sector Industrial, del libro de los profesores García Delgado, Rafael Myro y J.A. Martínez Serrano, Lecciones de economía española (2020).
Y tiene toda la razón el profesor Molero cuando señala que, por eso, hay que «actualizar muchos de los programas de concesión de ayudas, de manera que contemplen, de forma más decidida, las fases de los procesos más próximos al mercado. También deben revisarse algunos de los aspectos del procedimiento, para que las empresas obtengan las deducciones fiscales por I+D+i de manera más sencilla, y hacer este instrumento más atractivo para aquéllas y menos engorrosa su solicitud y gestión». La actual situación española, en relación con la ciencia y tecnología, no es precisamente la adecuada para que esto se pueda llevar adelante.
De momento, nos estamos conformando con alegrarnos con datos que no son significativos. Por ejemplo, en el artículo de Claudio Canals, Oriol Carreras y Judit Montoriol-Garriga –por cierto muy bien documentado–, titulado España en la carrera digital y publicado en Informe Mensual, de CaixaBank Research, marzo 2021, se señala –y es bastante cierto–, que “España ocupó la undécima posición en la clasificación del DESI (Índice de la Economía y la Sociedad Digital) de la UE-28, en 2020 y progresa de forma notable en su transición digital». Pero eso significa muy poco. Sería como indicar que avanzábamos industrialmente por el alto número de teléfonos existentes en España; pero que no los fabricábamos, aunque sabíamos utilizarlos una vez comprados a sus fabricantes –comparación aguda que también debo al profesor Molero–. El problema es si fabricamos o no los instrumentos que permiten avanzar por la carrera digital, con capacidad competitiva internacional.
Al mismo tiempo, pesamos cada vez menos, políticamente, en el mundo internacional, por supuesto en Europa, incluso en Marruecos, que se permite expansionarse en zonas muy valiosas para España. El Reino Unido aumenta su despliegue militar en Gibraltar, impidiendo, así, la extensión posible del mundo industrial, que hubiera podido situarse en la Bahía de Algeciras, base esencial para el desarrollo económico de Andalucía; ¿no da la impresión de hallarnos en un ámbito paralelo al que surgió, para España, en el inicio del siglo XIX, en Amiens?
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