Impuesto de Sucesiones

Herencia

El impuesto de sucesiones penaliza a propietarios, aún modestos, y a quienes reciben bienes de sus antecesores, lo cual origina resarcimiento igualitario.

Pagar impuestos por heredar o poseer cierto patrimonio, continúa provocando grandes controversias. Los políticos que defienden subidas impositivas en comunidades como Madrid –que los tiene muy bonificados– se enfangan en grandes altercaciones con sus oponentes. Hablan de «armonizar» (ergo, subir) en Madrid. Nada sobre «armonizar» en País Vasco, Navarra… Pero es que herencias y patrimonio son, realmente, impuestos propagandísticos, sirven como reclamo partidario a la hora de votar. No recaudan lo suficiente (2.400 millones, aproximadamente) como para convertirse en importantes para las arcas del Estado, pero son esenciales enviando un claro mensaje ideológico a votantes que pueden ver con recelo a quienes consideran «privilegiados de clase», nacidos en ambientes acomodados, beneficiados naturales… Estos impuestos existen porque se alimentan de la aprobación de quienes en algún momento se dejan llevar por el resentimiento social, por la envidia igualitaria. Pensar que, quienes disfrutan de bienes recibidos de sus familiares, los más privilegiados por el azar, tienen que poner una buena parte de lo que heredan a disposición del erario público…, genera una satisfacción envidiosa humanamente comprensible. Así, quienes proponen subir estos impuestos, promueven con la sola idea una ilusión, falsa pero electoralista, de que están quitando una parte sustanciosa de riqueza a los más pudientes «para dársela a los pobres», que no han tenido la suerte social de tener familiares adinerados. O que confiscan bienes de trabajadores industriosos, que han logrado un patrimonio que legarán «solo» a sus herederos. Porque, la mayoría, carece de herencias que mejoren su vida. El impuesto de sucesiones penaliza a propietarios, aún modestos, y a quienes reciben bienes de sus antecesores, lo cual origina resarcimiento igualitario. Por eso son impuestos que no generan gran contestación: económicamente, siempre habrá más necesitados que conformes. España logró el costoso milagro de formar durante décadas una clase media con propiedades, más o menos modestas pero solventes. Hoy, la propiedad, antaño asociada a la libertad, es un concepto en regresión que está siendo sustituido –de forma dirigida y regulada por los poderosos–, por otro aún más anticuado: que «la propiedad es un robo» (Proudhon), (todas las propiedades excepto las suyas. Por supuesto).